La hemorragia continúa. El Mallorca sigue perdiendo altura y volvió a descubrir su lado más oscuro mientras volaba sobre el Reyno de Navarra. La maldición del antiguo El Sadar, unida a la tradición del equipo en su despedida del año, han agravado aún más la depresión isleña, que ya empieza a ser importante (3-1).
El primer tiempo recordó al enfrentamiento de Copa del Rey de hace algo menos de dos semanas. Quizá demasiado. Sobre el papel, el Mallorca no tenía nada que ver con aquel equipo que cayó con estrépito en la fatídica noche del 12 de diciembre, pero la historia en Pamplona sigue pesando demasiado y se notó en la misma línea de salida. Osasuna controló rápidamente el arranque desatado de los de Manzano y empezó a gobernar en cuanto los visitantes bajaron por primera vez la guardia, obteniendo un premio que probablemente no merecían, pero que marcó irremediablemente el guión. Los de Ziganda rentabilizaron una jugada embarullada que se adornó con el rechace involutario de Ballesteros y que despachó Font en medio del desconcierto de Héctor. El ex del Villarreal sorprendió a Lux con un disparo cruzado en el interior del área y desprendió una losa sobre los isleños, que acabaron de encogerse. El Mallorca trató de incorporarse después, pero no lo consiguió a pesar de los numerosos intentos. En parte, porque le faltó mucho criterio a la hora de reconstruir su juego a partir de la frontera del medio campo. Desde ese momento, Osasuna gestionó el partido a su gusto, provocando trifulcas innecesarias y buscando la alianza de su ruidoso público a través de la polémica. Los futbolistas bermellones cayeron en ese juego y estuvieron a punto de ser gravemente perjudicados. Por si fuera poco, los locales dejaron escapar la sentencia por medio de Dady, que se cegó a la hora de buscar una parábola imposible cuando sólo tenía que acariciar el cuero para alejarlo unos centímetros del alcance de Germán Lux.
El descanso rebajó los ánimos y encendió el ritmo del choque, que durante el primer acto había reflejado una falta de intensidad más que notable. Lamentablemente, la mecha prendió con el segundo tanto de Osasuna, que se llenó los bolsillos gracias a una excelente jugada colectiva. Juanfran, uno de los principales verdugos de la Copa, le puso una bola perfecta a Plasil que el checo convirtió en oro tras superar el escollo de Lux. Era el primer minuto y los navarros ya tenían el encuentro donde querían. El Mallorca, por su parte, caminaba hacia su enésimo fracaso en el hogar osasunista...
Cuando peor pintaba la tarde, el Mallorca alargó el suspense. Los osasunistas se dejaron llevar por la euforia del momento y abrieron la verja de su defensa por una de las alas. Héctor, especialmente incisivo a la hora de proyectarse en ataque, bordeó la marca de Monreal y metió un cuero en los dominios de Ricardo del que se apropió Güiza con la colaboración de Miguel Flaño. El jerezano rescató entonces el instinto asesino y le dedicó al fin un tanto a su hijo. Los de Manzano recuperaban el pulso y tenían mucho tiempo por delante para arreglar la situación. Sólo había que aprovecharlo correctamente.
El flechazo de Güiza hizo que Osasuna cuidase las formas y se tapase los pies. Los baleares se lanzaron a la conquista del terreno navarro y el ejécito de Ziganda estuvo a punto de provocar un estropicio. Primero a través de Plasil, que estampó un balón en el palo cuando la grada celebraba la diana y después por medio de Dady. Manzano probó fortuna después volcando sobre el césped la dinamita que almacenaba en el banco, aunque el Osasuna había apretado el lazo y los invitados tenían poco que hacer, salvo encajar un nuevo y definitivo tanto.