El Mallorca ha vuelto a ponerse en pie después de pasar cuatro semanas acampado junto al precipicio. El equipo que dirige Gregorio Manzano se ha rearmado gracias a dos victorias terapéuticas y ha acicalado unos números que hasta hace sólo unas semanas ofrecían un aspecto inquietante. La llegada de Gregorio Manzano ha supuesto la resurreción de un plantel que comienza a cotizar al alza y si prolonga su tendencia, en las próximas semanas podría dar el salto definitivo hacia la calma.
Hasta hace poco más de un mes, el Mallorca era un equipo en pleno proceso de descomposición que había sido incapaz de hilvanar dos victorias consecutivas. De hecho, durante las 23 primeras jornadas de la Liga todo su crédito se componía de cuatro victorias y algún que otro empate que había servido de tabla de salvación a una serie negra de resultados. Sin embargo, en sólo dos semanas al frente de la plantilla el jienense ha recompuesto la confianza de los jugadores y les ha reconducido hacia el camino correcto. Aunque atendiendo a la clasificación la situación sigue siendo incómoda, la tormenta ya se ha dispersado y el conjunto isleño lo tiene todo a su favor para escapar de la guillotina.
En total, el Mallorca ha consumido once semanas del torneo acorralado en el vagón de cola de la tabla. Deportivo y Barcelona le dieron una lección nada más tomar la salida y el equipo se acomodó en efarolillo rojo antes de adentrarse en la tercera jornada, un dato muy poco esperanzador para una formación que acaba de vivir la campaña más angustiosa desde su regreso a la máxima categoría. Cuando parecía que iba a prolongar la agonía del curso pasado, una goleada sobre la Real (5-2) y un empate sobre la bocina frente al Getafe (1-1) le devolvieron al purgatorio, desde donde siguió las jornadas siguientes.
Los rojillos volvieron a quedar suspendidos sobre el abismo en la quinta jornada, después de sufrir una de las derrotas más dolorosas de su trayectoria reciente. El Málaga, el mismo equipo que le devolvió la vida la semana pasada, le humilló con un atropello en toda regla (1-4) y le empujó hacia una terrible depresión. Madrid, Racing y Villarreal tampoco tuvieron compasión de la escuadra isleña y ésta permaneció estancada en las arenas movedizas durante casi un mes. Fue colista durante cinco jornadas y provocó que se encendieran todas las alarmas. Poco después se hizo público que Cúper le había presentado su dimisión al presidente en la víspera del partido de El Madrigal, un dato que ayuda a comprender la dimensión de la crisis que sufría en ese momento el conjunto insular.
Pero el Mallorca se levantó casi a trompicones y logró darse un respiro durante varias semanas antes de recaer en sus viejos vicios. Le ganó al Celta (1-0), impidió la victoria del Sevilla (1-1), pasó por encima del Cádiz (1-2)... No demostraba demasiada convicción y desconocía lo que era ganar con holgura, pero al menos mantenía las constantes vitales y con eso parecía suficiente. Luego llegó el patinazo de Montjuïc (2-0), la debacle del partido ante el Athletic (0-1) o el cúmulo de despropósitos de El Sadar (1-0), que sólo había sido interrumpido por la exhibición de Mendizorroza (0-3). 2005 se cerró con un pírrico empate ante el Atlético (2-2) y la sonrojante derrota de Mestalla (4-0). El Mallorca volvía a estar bajo mínimos.
La situación no mejoró con el nuevo año y los encuentros ante Betis (1-1) y Zaragoza (3-1) devolvieron al equipo bermellón a las mazmorras del campeonato. Afortunadamente, pudo sacar la cabeza después de remontar un 2-0 en el centro de operaciones del Deportivo y se tomó un descanso, tan esperado como breve, ya que el Barcelona le puso de nuevo frente al paredón tras presumir de plantilla sobre el césped de Son Moix. Daba la sensación de que el grupo de Cúper superaría el trance, pero Real Sociedad y Getafe le abrieron los ojos y le dejaron en una situación precaria, lamentable.
El empate en casa ante los madrileños marcó un punto de inflexión en el camino rojillo. Cúper optó por apartarse y el Mallorca se encomendó a Manzano para recuperar el aliento. El andaluz cogió al equipo cuando estaba tendido en el fondo de la clasificación y aunque sus primeros compromisos no invitaban precisamente al optimismo, ha conseguido sacarlo a flote. Primero con un arponazo en Málaga que le insufló aire, pero que no le sacó de la miseria. Y después, con una exhibición de garra frente al Madrid que le ha permitido adelantar a varios rivales. El incendio está un poco más lejos. Ahora hay que aprovecharlo y escapar de una vez de la zona conflictiva.