La afición dio la nota de color en una noche de fiesta, la noche en la que la selección de todos se presentó en sociedad en Son Moix. Fueron más de 15.000 gargantas y muchos mensajes en el aire, pero también hubo un rincón para la protesta. El «No a la Guerra» estuvo presente sobre la pista de atletismo -un espontáneo se encargó de actualizar el mensaje- y en la grada. La ecotasa y la tragedia del 'Prestige' fueron otros temas recurrentes, aunque el otro pulso, el que se dirimía no muy lejos del terreno de juego, se quedó en casa y por goleada.
La colonia alemana se dejó notar, pero la sinfonía roja y gualda marcó el ritmo del partido. Miles de banderas se encargaron de dar colorido en una noche gélida, una cita en la que los germanos se amontonaron en la zona noble del estadio.
Las notas menos dulces las dibujaron los silbidos que recibió toda alocución en alemán. Kahn también fue objeto de las iras. Entre tanto ambiente relativamente hostil, la convivencia y el civismo salieron al paso para hacer que la deportividad reinara sin entender de fronteras.
Al mismo tiempo que el partido entraba en una fase somnoliente, otro peculiar mensajero de la paz alcanzaba la hierba y una pequeña dosis de protagonismo. Otros no precisaron de una situación límite para ser el centro de las miradas, muchas de las cuales se dirigieron hacia un palco en el que las ausencias fueron contadas. El carismático Manolo hizo afición junto a su mundialmente conocido bombo y, a medida que iba dando vueltas y vueltas sobre el rebosante aforo de Son Moix, acompañaba una ola cuya cresta era el mejor síntoma de la gran fiesta del balompié español.