58 REAL MADRID: (13+15+9+21): Djordjevic (9), Herreros (3), Lucio Angulo (2), Tabak (14), Tarlac (2) -cinco inicial-, Vukcevic (-), Struelens (2), Attruia (8), Alberto Angulo (16) y Hernández (2).
86 KINDER BOLONIA: (19+13+25+29): Jaric (21), Ginobili (15), Rigaudeau (11), Andersen (2), Griffith (4) -cinco inicial-, Abbio (3), Smodis (24), Bonora (-), Frosini (6), Barlera (-) y Brkic (-).
Arbitros: Jungebrand (FIN), De Keyser (BEL) y Tsanidis (GRE). Excluyeron por personales a Andersen (m.35).
Jorge Muñoa - MADRID
La locomotora vestida de negro que responde al nombre de Kinder Bolonia y luce la corona de rey del continente atropelló al Real Madrid en una noche infernal para los madridistas y, sobre todo, para su técnico, Sergio Scariolo, que pagó los platos rotos del desastre con la ira de un público soliviantado. Los boloñeses no debían tenerlas todas consigo cuando su preparador, Ettore Messina, ya había rectificado dos veces el cinco inicial a mitad del primer cuarto. Ni el resultado ni el juego podían justificar tanta precipitación por parte de los campeones continentales apenas iniciado el choque.
Si acaso, el enrarecido ambiente que les rodea por la rocambolesca historia de la destitución y posterior vuelta del ex seleccionador italiano o quizás la madrugadora segunda falta del francés Antoine Rigaudeau, pero nada más. Y, efectivamente, al Kinder no le pasaba nada. Fulminó al conjunto de Scariolo y le apartó definitivamente de la lucha por el título de Campeón de Europa.
El Tau cae en Vitoria ante el CSKA de Moscú
Un cambio espectacular en la actitud y la mentalidad irreductible del mismo equipo que, tres días antes, se adjudicó la Copa del Rey en el mismo escenario dio al traste con las posibilidades del Tau Vitoria de allanar su camino hacia la final a cuatro de Bolonia, después de encajar un severo correctivo (73-87). Se podía intuir que las consecuencias por haber ganado el primer título de la temporada con una demostración de raza, carácter y un baloncesto superlativo podía pasar factura ante un bloque apañado como el CSKA, sobre todo si se tiene en cuenta la presencia de Turkcan -éste rayó por debajo de sus posibilidades- y Giricek. Porque el conjunto vitoriano tan sólo hizo acto de presencia en la cancha de forma física. No se recuerda, desde la llegada de Dusko Ivanovic al banquillo, una velada salpicada de tantos despropósitos y aderezada con una falta de concentración tan pronunciada. El técnico montenegrino, en cambio, no hubiera imaginado nunca que la resaca por los festejos del triunfo en el torneo copero hiciera tanta mella en sus jugadores, irreconocibles por su falta de espíritu.