Kenny Green asumió el mando de su equipo cuando éste más lo necesitaba y en un enfrentamiento clave, como el de ayer en el Palau, esos gestos se agradecen. Para un jugador de la talla del americano no debe resultar sencillo batirse en un constante duelo a muerte en la categoría de plata del baloncesto español, pero su amor por todo lo que este deporte significa supera al resto de factores.
Llegó a Inca avalado de un pasado inmejorable sobre la cancha pero con un buen puñado de dudas sobre su futuro rendimiento en es Raiguer. Las lesiones que le aquejaron en los últimos años pesaban demasiado, pero solo con su juego se ha encargado de despejar interrogantes y obsequiar a los aficionados locales con algunas de las mejores opciones de su amplio repertorio. Se ha adaptado plenamente a las exigencias del grupo de Oliete y ha conseguido reeditar una solvente sociedad en la que Kelby Stuckey aporta el resto.
Sin embargo frente al Ulla Oil hubo más de un personaje destacado que hizo las delicias del público del Palau. El mallorquín Alzamora puso la marca de la casa y brilló con luz propia ante el equipo gallego al que destrozó desde el primer cuarto del encuentro a base de garra y sobre todo, puntos.
Fue una noche con inicio y final feliz en la que la parroquia se divirtió de nuevo con la exhibición de su equipo a costa de un conjunto roto y deslabazado como el del Ulla Oil. Oliete sumó a la fiesta a los canteranos y éstos pusieron la puntilla.