La Villa Olímpica. Sí, esa residencia global en la que tienes barra libre de comida y bebida, atracciones mil. Tocó volver allí para hacer un par de trabajitos, pasar sol, y ver pasar al rey Felipe VI a nuestra vera. Si la seguridad es alta en todos los escenarios de entrenamiento y competición, allí se eleva la alerta un puntito más. El impacto de una acción en ese escenario, con Múnich siempre en mente, es muy temido y eso hace un poco complejo acceder a la zona internacional. «¿Y eso qué es?», preguntan los deportistas cuando les dices de vernos allí. Pues donde está la macrotienda de merchandising, una pantalla gigante y el supermercado. Una zona neutral a la que acceden también familiares, medios de comunicación y visitantes varios. Hasta Pekín 2008, el paso a la zona residencial estaba permitido. Era lo mejor para un periodista. Barra libre de entrevistables. Ahora, la cosa se complica...
Todo el mundo tiene en mente y te repite hasta la saciedad que el café es caro en París. Así es. Mucho. Pero algo que me ha sorprendido, especialmente en grandes superfícies comerciales, es el precio de los frutos secos. Sean los que sean. Desde un humilde cacahuete hasta la almendra o el anacardo. Dobla tranquilamente el que pagamos en Mallorca, e incluso llega a triplicarlo, con raciones no muy generosas. No sólo la cafeína está a precio de carburante en el país vecino. Normal que nos tiremos a la fruta. Yo he comido más en dos semanas que en dos años. O tres.