Dieciséis años después de aquella Eurocopa en la que España rompió todos los moldes, sepultó a sus fantasmas y reservó un lugar en la mesa de los más grandes, toca volver a empezar. Desde muy abajo, seguramente. Sin estrellas del primer escalón en los puestos estratégicos y con un bloque de perfil medio, La Roja de De la Fuente se bautiza en un gran torneo sin haber desactivado aún el doloroso recuerdo del chasco de Catar.
De momento, le aguarda un sendero lleno de minas que empieza contra una Croacia que lleva dos Mundiales seguidos sin bajarse del podio pero a la que España casi siempre ha domesticado. Empieza el baile. Y el fútbol español, empezando por sus gestores, necesita que la música suene durante un buen rato...