El fútbol ya no es un elemento de prestigio. Hubo un tiempo en el que presidir el Real Mallorca era un signo de distinción. Las sociedades anónimas deportivas vulgarizaron el cargo y provocaron que cualquier persona con dinero pudiera acceder a la presidencia de un club. Hoy, el presidente del Real Mallorca es Andy Kohlberg, un estadounidense, exjugador de tenis y empresario de éxito, pero su relación con la Isla varía entre poca y nula. Eso sí, tiene casa en Palma y pasa largas temporadas aquí.
Presidir la FIFA, la UEFA, la Federación Española o incluso la Federación Balear era también hace ya unos años un cargo de prestigio. Ahora, ya sabemos que los ex presidentes Joseph Blatter, Michel Platini o Angel María Villar no son, precisamente, un modelo a imitar. Y no se ha mejorado mucho con Gianni Infantino, Aleksander Ceferin o Luis Rubiales, a los que azotan sospechas de corrupción.
¿Y en la Federación Balear? Miquel Bestard, que no cobraba, dejó la presidencia en 2022 tras casi 20 años en el cargo. Tuteló el ascenso de Pep Sansó, un profesional del fútbol que sí percibe unos suculentos honorarios por su trabajo. Sansó pretende modernizar la Federación y nombró a Jordi Horrach nuevo secretario general de la Federación en sustitución del mítico Manolo Bosch. Horrach tuvo durante un tiempo cierta relevancia política al dar su apoyo a José Ramón Bauzá cuando ya había conseguido enemistarse hasta con la inmensa mayoría de militantes del PP. Parece ser que Horrach es tan antimallorquín como Bauzá, aunque no conozco a nadie que se haya quejado del nombramiento del nuevo secretario general por su ideología. Ahora bien, parece ser que son muchos los que no están satisfechos con el trabajo de Horrach. De momento, claro, callan.