Acaba de cumplir 39 años, pero Javi Moreno Flores (Palma, 1984) aún no ha decidido cuándo ponerle el punto y final a una carrera esculpida en bronce. Después de casi veinte temporadas, quince de ellas con la maleta a cuestas, el jugador mallorquín que más partidos ha disputado en la hoy extinta Segunda B sigue dando guerra en los campos de la Tercera División balear. El centrocampista, que cuando estalló la pandemia empezaba a dejar atrás una grave lesión de rodilla que amenazaba con apartarlo para siempre del césped, lleva incrustado desde entonces en las filas del Poblense, donde además de portar el brazalete continúa esparciendo su experiencia entre las paredes de un vestuario en el que abundan la juventud, los goles y el talento. «Lo importante no es la edad, sino el rendimiento que das», recuerda.
Javi Moreno carga con «la espinita» de haberse quedado varias veces a las puertas de Segunda —ha participado hasta en cuatro fases de ascenso—, aunque es consciente de que el camino que ha recorrido en la tercera planta del fútbol español, ahora reconvertida en Primera Federación, no está al alcance de todos. Vistió once camisetas diferentes, compitió en los cuatros grupos que la componían, sumó más partidos que ningún otro futbolista de Mallorca (411 sin contar sus intervenciones en los playoffs) y trabajó con un montón de compañeros y técnicos de los que fue aprendiendo. Algunos de ellos, situados ahora en las primeras filas del escaparate.
Javi Moreno ha vivido siempre cerca de un balón. Empezó a formarse en el CIDE, junto a Carlos Paniza y una generación de futbolistas fantástica, y fue captado después por los ojeadores del Mallorca. De hecho, se asomó por primera vez a la categoría de bronce con 19 años y con el filial bermellón que dirigía Toni Cazorla, aunque antes ya había brillado en la División de Honor juvenil. De hecho, solo un día después de que el primer equipo conquistara en Elche la Copa del Rey (2003), él destacaba en la final del mismo torneo en su categoría, en Ponferrada. Acompañado por Miquel Àngel Moyà, Iván Ramis o Víctor Casadesús, marcaba el primer gol y era elegido mejor jugador de un partido que, pese a todo, acabaría ganando el Espanyol.
Su primera escala fuera de la Isla le llevó hasta Villarreal. Jugó en el filial del conjunto castellonense en Tercera División a la órdenes de uno de los técnicos que más le han apoyado, Luis García Plaza, y compartió caseta con el también mallorquín Juan Carlos Sánchez, David Fuster, Jonathan Pereira o Bruno Soriano antes de empezar a acumular kilómetros y horas de vuelo. Primero en Fuenlabrada y después durante tres temporadas seguidas en Benidorm, donde trabajó para tres entrenadores del más alto nivel. Primero fue reclutado por el propio LGP, en una plantilla en la que destacaba un joven Pau Cendrós, y más tarde estuvo con Paco López, hoy entrenador del Granada, con el que todavía mantiene el contacto a nivel personal. Su periplo en el club alicantino lo abrochó siguiendo los pasos de Rubi, actualmente a los mandos del Almería.
Javi Moreno siguió creciendo en el grupo mediterráneo como jugador del Alzira, del Huracán Valencia y del Badalona antes de recalar en Guijuelo, donde nada más llegar peleó por subir y participó en uno de esos proyectos que dejan huella. Asistió al despegue de compañeros a los que cataloga de ejemplares, como Rubén Peña (hoy en Osasuna), y conoció a otro de esos entrenadores que marcan: Rubén de la Barrera. En su segunda campaña en tierras salmantinas su preparador fue Fernando Estévez, que años más tarde —tras pasar por el Compostela de Iñaki Alonso y el Amorebieta de Aitor Larrazabal— le reclamaría para el centro del campo del Marbella.
En la Costa de Sol y en plena madurez vivió los mejores momentos de su carrera antes de sufrir la lesión que provocó una pequeña brecha en su historial. Fue solo unos meses después de cruzar la barrera de los 400 partidos y de ser homenajeado por el club y la afición. Pero su recuperación coincidió con un cambio de propiedad que acabó forzando el fin de ciclo en la entidad. Era el escalón previo a un paso por la AFE y a su vuelta a Mallorca para fichar por el Poblense —primero en Segunda B y luego en Tercera— donde ha trabajado con Óscar Troya, su técnico actual, o Pep Barceló. En el club que preside Miquel Molondro recuperó una sonrisa que todavía mantiene. «Llevo cuatro años aquí y estoy muy a gusto, es un club en el que te sientes profesional», cuenta. «Tengo la ilusión de ascender con ellos y mientras el fútbol me siga haciendo feliz, ahí estaré». Palabra de capitán.