Atlètic Balears 4
Mallorca B 0
Atlètic Balears: Fernando, Tolo Reus (Dani Hoyos, min. 80), Edet, Del Castillo, Óscar Tena (Bigas, min. 61), Lawal, Ernesto, Coco (Aaron, min. 85), savoia, Peter y Martins.
Mallorca B: Yeray, Jaime, Kevin, Ximo, Ramon, Alberto, Aleix (Dani, min. 46), Pina, Sergi, Abdón (Didac, min. 46) y Polaco (Grasa, min. 70).
Goles: 1-0, min. 20: Ernesto. 2-0, min. 23: Peter. 3-0, min. 35: Peter. 4-0, min. 51: Savoia.
Àrbitro: Juan Acosta Lorenzo (Colegio canario), buena labor. Amonestó por parte local a Savoia y Coco; y por parte visitante a Ximo.
Apartado de los tópicos y de los guiones que suelen dirigir este tipo de confrontaciones, el derbi dejó a un equipo a cada lado de la cuneta. A un costado, un Atlètic desmelenado, pletórico, avasallador. Enfrente, un Mallorca B enfermizo, deprimido y demacrado por la contundencia con la que se empleó su vecino. De la fiesta mayor en la Vía de Cintura, a la frustración más absoluta en Son Bibiloni. Los blanquiazules, que llegaban al encuentro más castigados por los números, convirtieron la cita más sobresaliente del calendario en un agresivo monólogo y revalorizaron las bases de su proyecto después de abusar de un conjunto que se distingue por su buen fondo, pero que se muestra excesivamente blando en las formas. Si los clásicos suelen dejar huella, las de este último episodio pueden ser especiales. Más que nada, porque se atisban tendencias radicalmente opuestas en cada una de las esquinas (4-0).
En realidad, el derbi duró menos de veinte minutos. Exactamente el tiempo que tardó Ernesto en marcar el territorio con un obús arrojado desde la línea fronteriza del área. Hasta ese momento, el filial había tratado de imponer su decálogo, sin reparar en el escenario ni en lo que tenía delante. Cargado de talento pero descolocado por el peso de algunos cambios, el conjunto de Jaume Bauzá nunca encontró la manera de reventar el granítico sistema de seguridad del Atlètic. Lo intentó sin perder el buen gusto y escorando casi siempre el campo hacia la derecha, pero se estampó una y otra vez contra el músculo local, hasta que se le empezó a nublar la vista y acabó perdiendo el gas mucho antes de lo que había previsto. Mientras tanto, el cuadro de Siviero comenzaba a sentirse cómodo. Encontró agujeros para catapultarse al contragolpe y supo sacarle punta a la impotencia rojilla, que se iba multiplicando con el paso de los minutos. Y aunque en esa primera fase casi todo se rodó en terreno blanquiazul, las ocasiones se iban apilando en la portería de enfrente. Peter, que había abierto las hostilidades en el prólogo, ensayó su disparo a los 18 minutos y elevó la temperatura de la grada. Podría haber sido una acción más, pero lo que hizo fue soltar el freno de mano y abrir la antesala del gol. Después llegó una falta en la frontal, un maravilloso zarpazo de Ernesto y un golazo para romper el hielo y desbocar al Atlètic (minuto 19).
El Mallorca B acreditó entonces su inexperiencia, oculta hasta ese instante bajo el ímpetu de algunos jugadores. El tanto le provocó una indigestión inmediata, bajó los brazos y el conjunto de Siviero, enrabietado, se lanzó a la yugular. Le atrapó y le inmovilizó sin concederle una sola opción de incorporarse. Cuatro minutos después, otra jugada localizada en el carril derecho del ataque local alcanzó el radio de acción de Peter, que empalmó la bola para superar la media salida de Yeray y bajar la persiana (minuto 23). Sin embargo, no fue el último hachazo del africano, que se reservaba lo mejor para celebrar la primera media hora del festival. Acomodado a la izquierda, se fue quitando rivales de encima hasta que encontró una rendija desde la que perforar por abajo la puerta rojilla para poner patas arriba el Estadi. La goleada era un hecho y mientras en la trinchera local se reclamaba otro paso al frente, en la visitante se mascaba la tragedia.
La segunda mitad, lejos de traer novedades, amplió las diferencias. El Atlètic seguía creciendo al tiempo que el filial se encogía. Savoia se burló del marcaje de Ramón para cebarse de nuevo con Yeray y despachó definitivamente el pulso, ya que la última fase del combate fue un simple relleno. A nadie le importó. Unos tenían que lamerse las heridas. Los otros, un montón de cosas que celebrar.