Tres décadas después de enrolarse en el Atlético Baleares, Pepe Gómez (Huelva, 9-3-1959) advierte su particular fin de ciclo. Será su última temporada como delegado del primer equipo y de vinculación con el club de sus amores. Sueña con poner el broche a su etapa con el ascenso a Segunda y piensa en disfrutar de su familia tras ser testigo directo de alegrías y tristezas en clave blanquiazul.
«Todo tiene un principio y un final y simplemente creo que es el momento de dejar paso porque ya son muchos años», resume Pepe, que insiste en su voluntad de no cerrar ninguna puerta y mantenerse a disposición de los responsables de la entidad para colaborar o contribuir con su experiencia a lo que sea necesario. «Siempre me van a tener para lo que quieran y si en el futuro me necesitan allí estaré para lo que sea», apunta.
Intervenido del ojo izquierdo se encuentra de baja y ya ha tomado la decisión de dejar el club después de que los problemas de salud hayan contribuido a cambiar su perspectiva. «Me sabe mal irme, pero ya he estado muchos años y me gustaría tener más tiempo con la familia, sobre todo, a estar con mi mujer, mis hijos Dani y Ángel, y con mi nieto Lucas, que es espectacular y me trae loco», reflexiona.
Llegó de Huelva con 18 años y su primer contacto con el Atlético Baleares fue a las órdenes de Martín Vences para entrenar en el 79, aunque no llegó a jugar. Se fue enganchando y se involucró definitivamente cuando su hijo comenzó a darle patadas al balón con cinco años. «Para mí el Atlètic es más que una familia, es mi casa. Mis hijos se han criado en el club. Salían de la escuela e íbamos al campo», recuerda. Porque no todo ha sido ser delegado de un gallito de Segunda B. El ATB le ha costado dinero, salud y, sobre todo, tiempo. Entrenó en el barro del anexo, se rascó el bolsillo para comprar butano o bocatas, dio viajes con el coche para acompañar niños o hizo de albañil para ahorrarle algo al club.
Para Pepe Gómez sería «espectacular después de tantos años intentándolo» cerrar su etapa con el ascenso, sin duda, la gran ilusión de un ATB que ha conocido en tiempos mucho más complicados tanto a nivel económico como deportivo. Ha pasado por todos los estamentos del club desde entrenar en las categorías inferiores a ser el responsable de los desplazamientos del primer equipo.
Pepe Gómez no tiene ni un mal gesto ni una mala palabra de nadie antes de despedirse. «Con Ingo (Volckmann) me iría al fin del mundo. Llegó al club en un momento en el que estábamos en la ruina y conmigo se ha portado siempre de diez», comenta cuando repasa su relación con los diferentes presidentes y propietarios que ha conocido. «Fernando (Crespí) y Tolo (Cursach) hicieron un trabajo impresionante y volvería a trabajar con ellos con los ojos cerrados», subraya.
Aprendió mucho de Jaume Fuster, Rafael Pericàs y Joan Perelló a la hora de ejercer como delegado y asegura que siempre se sintió a gusto con «la exigencia y la profesionalidad de Ángel Pedraza, Nico López, Siviero y Manix (Mandiola)». «Habré tenido algún roce típico del día a día en un trabajo, pero nunca un problema con nadie», asegura.
Cierra su etapa sin hacer ruido y con la tranquilidad de «haber hecho las cosas lo mejor que he podido y sabido y honrando el escudo que llevo en el corazón».