Ni todo el dinero del mundo, ni la mansión más lujosa, nada vale tanto como nuestro tiempo porque sin este es imposible poder disfrutar, ya sea de bienes materiales o inmateriales. Sin embargo, la coach personal y de salud, Marga Almarcha, advierte que no siempre somos conscientes de ello. A su modo de ver, «el comienzo del nuevo curso escolar es el termómetro perfecto para valorar y para que nos demos cuenta en que estamos invirtiendo nuestro bien más preciado: el tiempo y nuestro esfuerzo. Parece que vamos a contra reloj constantemente, en un hacer continuo donde ponerse objetivos o marcarse metas se proclama como un estándar o como un referente para medir nuestra capacidad de hacer cosas o, si me apuras, nuestro éxito. Cuando, en muchas ocasiones nos frustramos porque no podemos llegar a todo, sintiendo incluso que hemos dejado de disfrutar de lo que realmente era importante para nosotros».
Almarcha explica que «la competencia y la competitividad nos llevan a ver en el sacrificio la vara de medir más habitual entre nuestros iguales, cuando realmente es lo que nos aleja del disfrute y de la ilusión por hacer eso por lo que un día pusimos todos nuestros sentidos y nuestra energía. Seguramente en más de una ocasión te hayas visto saturado, abrumado ante una larga lista de tareas y te haya dado ganas de replegar velas y cambiar de rumbo hacía mares más tranquilos, ante esa sensación de impotencia de no llegar a todo y de ver cómo todo lo que haces se traduce en cansancio, desmotivación y sacrificio; incluso, te has podido preguntar por qué lo estás haciendo».
En su opinión, «son esos momentos los que nos pueden ayudar a darnos cuenta del punto en el que estamos de saturación y de cómo éstos hacen que nos alejemos de lo que realmente es importante para nosotros, incluso, hasta hacernos replantear cosas importantes para nosotros hasta ese momento».
¿Cómo podemos aprender a disfrutar del tiempo?
La coach insiste en que para poder disfrutar del tiempo es vital poder hacerlo del proceso. Para ello, insta a «contextualizar con tus propias palabras qué supone un esfuerzo para ti, cómo lo puedes concretar en pequeñas acciones y cómo te vas a sentir cuando las realices. Es una forma de no condicionarte por los significados que le pueden dar otra persona».
Almarcha sostiene que es fundamental que «cuando estés saturado pares y recalcules la ruta. Es mejor pararse en el arcén unos minutos para elegir un nuevo camino que seguir y dar mil vueltas.
Normalmente, somos animales de costumbres, repetimos ciertas conductas si van asociadas con emociones cómodas que nos generan bienestar. De ahí la importancia de hacer, o más bien, de construir cada momento como algo satisfactorio y especial para que nos dé más ganas de repetirlo».
Además, avisa que «nuestro diálogo interno, eso qué nos decimos, va a influir de manera significativa en esa construcción de realidad. Por ello, se amable contigo mismo y refuerza tus logros más cotidianos». También es fundamental hacer las cosas sencillas, transformar lo complejo y lo difícil a fácil». La coach reconoce que no es tarea fácil -valga la redundancia- y, posiblemente requiera práctica, pero lograrlo te puede ayudar a bajar la presión sobre ti mismo. Una forma de conseguirlo es dividir un objetivo grande en submetas o subobjetivos más asequibles de alcanzar».
Otra de las claves es «poner el foco en lo realmente importante para ti y aléjate de lo que te hace perder el tiempo y energía. En este sentido, es importante aprender a priorizar tareas y designar un tiempo específico para cada una de ellas a fin de que puedas llegar a todo con tranquilidad y con la satisfacción del trabajo bien hecho».
También es fundamental «hacer de tu espacio personal algo especial porque no es lo mismo una mesa de trabajo desordenada que una donde has puesto frases motivadoras, flores, velas… Además, recompénsate. Por ejemplo, cada semana si has conseguido aquello que te habías marcado, prémiate con algo que te guste y que sea importante para ti. No se trata de hacerse regalos caros, puede ser un desayuno diferente, un boli, un nuevo pintauñas, una clase de pádel…».
«La forma en la que invertimos nuestro tiempo y como estamos nos puede llevar a dejar de disfrutar del proceso de conseguir aquello que nos proponemos. De ahí la importancia de hacerlo satisfactorio con pequeñas acciones que nos sirvan para que, cuando sintamos que queremos tirar la toalla o estamos cansados, nos hagan continuar», concluye Almarcha.