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Gestionar las expectativas para evitar sufrir

La coach personal y de salud, Marga Almarcha, da las claves para evitarlo

Cuando las expectativas son muy altas y no se cumplen generan frustración. | @ yanalya

| Palma |

«La vida no está obligada a darnos lo que esperamos». Esta frase de Margaret Mitchell, periodista y escritora estadounidense, sirve para remover muchas conciencias. «El espacio que hay entre lo que nos gustaría que ocurriera y lo que realmente sucede lo solemos rellenar con expectativas que, en muchas ocasiones, son causa de sufrimiento; sobre todo, cuando éstas se encuentran muy alejadas de la realidad», expone la coach personal y de salud, Marga Almarcha.

En este punto, ha explicado que «las expectativas no son más que la esperanza de que algo suceda tal como nos imaginamos y se desarrollen a partir de una combinación de creencias, anhelos e ilusiones que nuestra mente genera en función de diferentes factores ligados a la forma en la que entendemos la realidad, a nuestras experiencias vividas, a nuestros valores, la educación que hemos recibido, etc. Sin embargo, teniendo en cuenta que no son verdades absolutas, sino subjetivas, y cuando chocan con la realidad que vivimos pueden generarnos frustración y desilusión. Esto se debe, principalmente, a que realidad y ficción no suelen coincidir».

«En muchas ocasiones nos podemos pasar la vida construyendo todo tipo de expectativas -en todos y cada uno de nuestros ámbitos (personal, familiar y laboral, social), sin darnos cuenta de que nos estamos alejando de vivir el presente tal como es, disfrutando de lo que sí tenemos, de lo que sí nos dan las personas que están a nuestro alrededor y de todo lo que para nosotros es importante. Todo ello, por estar proyectando continuamente nuestros anhelos y deseos sobre cómo -a nuestro parecer- nos gustaría y tendrían que ser las cosas», expone.

Consecuencias

Almarcha advierte que llevar una vida basada continuamente en expectativas tiene consecuencias. «Por una parte, dejamos de tener conexión con el momento presente al estar pensando en el futuro, en cómo serían o deberían ser las cosas. Además, nos generan frustración al ver que lo que sucede no corresponde con lo que desearíamos. También nos podemos sentir decepcionados por otras personas al ver no que no han cumplido lo que esperábamos de ellas. Otra de las consecuencias es que al ver que no nos salen las cosas cómo hemos imaginado podemos llegar a tener una sensación de incapacidad o de falta de valía, que nos puede provocar una baja autoestima».

«Otro efecto importante es cómo afectan a nuestras relaciones personales o a los vínculos que tengamos establecidos. De este modo, si están basados en fantasías emocionales idealizaremos esa relación y tendremos más probabilidad de sentirnos engañados o decepcionados en el momento en que esa persona no haga por mí lo que yo espero o deseo. Esto generará situaciones de enfado donde la relación se vea perjudicada», ha explicado Almarcha.

Para concluir, ha manifestado que «las expectativas son construcciones mentales naturales de las que todos, en mayor o menor medida, hemos ido teniendo a lo largo de nuestra vida y seguirán apareciendo». La coach ha precisado que tienen una parte positiva, ya que «nos ayudan a conseguir nuestros proyectos, a mirar hacia adelante con ilusión, etc. Aún así, es importante reaccionar o darse cuenta de lo que está surgiendo en nosotros cuando estas expectativas nos impiden avanzar y disfrutar de la vida que sí tenemos. Es decir, debemos aprender qué podemos hacer con ella y, a partir de ahí, enmarcarlas y fijarlas en una forma más realista. También debemos responsabilizarnos de las mismas, con la finalidad de evitar que la frustración por lo que no se da nos lleve a sentirnos desdichados».

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