Salvador Sureda Safont (ca1414-1495), hijo de Arnau, señor de Sant Martí, fue un valiente caballero, protagonista, conjuntamente con el noble catalán Francesc -o Francí- Vallseca, de un desafío para luchar en un torneo a muerte, producto de una gran rivalidad y de un contencioso que los dos caballeros arrastraban desde hacía algún tiempo, donde, de paso, es pondría en juego la hegemonía en combate caballeresco.
Antoni Furió nos cuenta que el origen de la disputa fue cuando en 1442 Francisco Vallseca estaba en Mallorca y «haciendo quizá alarde indiscreto de su destreza en manejar las armas, D. Salvador Sureda en público palenque le reprendió su temeraria osadía». Pero en ese momento el caballero catalán llevaba calada la visera, y dicen que no oyó las palabras de Salvador Sureda, hasta que, más tarde y después de cruzar el mar, ya en Barcelona, le comunicaron el detalle algunos amigos y los escuderos o pajes de mayor confianza. Continúa Furió: «Picado su pundonor en lo más vivo, escribió un cartel de desafío al arrojado mallorquín que le remitió por un trompeta ». Sureda aceptó el desafío y ambos pidieron campo al rey Alfonso el Magnánimo, que se encontraba entonces en la ciudad de Nápoles, donde había fijado la corte de la Corona de Aragón.
Este torneo creó una gran expectación, y se celebró en Nápoles, el 5 de enero del año 1444, en presencia del rey Alfonso el Magnánimo y su hijo Ferrante (se trata del duque de Calabria, hijo natural del Magnánimo y de su amante Lucrecia de Alagno). Numerosa gente, más de 22.000 personas estaban en Nápoles, dispuestas a no perderse el magno espectáculo -como hoy una gran final de fútbol-. Llenaron hasta los topes la Piazza della Incoronata, que lucía bien adornada. Acudió también una buena representación de caballeros mallorquines, entre los que destacan Joan Moix y Nicolau Vivot, que levantaron crónica del hecho, como ha estudiado Ramon Rosselló Vaquer. También podemos mencionar a Gilabert de Lloscos, Jordi de Santjoan, Llorenç Marí, Bernat Pacs, Arnau Moix, Joan Dameto y Pere Zaforteza, entre otros. Era tradición que los caballeros participantes en los torneos adoptaran un lema o divisa. Salvador Sureda eligió una divisa muy original: quiso tener como símbolo o señal que le identificara una ‘furera', es decir, una jaula en forma de cesta o canastrell en la que los cazadores de conejos transportaban los hurones, con el siguiente lema: « Dins és lo qu'il pren (Dentro está lo que coge)». Por su parte, Francesc Vallseca llevaba un estandarte morado con una tórtola con el lema « Visc o mor amb tu (Vivo o muero contigo)», que aludía a la frase que, despidiéndose, le había dicho su dama, Maria Soledat de Montcada.
Un documento antiguo, traducción y adaptación del escrito de los caballeros Moix y Vivot, conservado en Can Sureda de Artà, describe el evento con toda clase de detalles; un fragmento de este texto dice así: «Entró en la plaza Salvador Sureda, armado de todas armas, llevando sobre ellas una gabardina de raso carmesí, con follajes de oro, y recamada a trechos su divisa, que era una jaulina de hurón con un mote que decía dentro está quien le coge». Moix y Vivot describen la ceremonia: «De tal ceremonia, el señor Rey encontró gran placer y todos los barones que con él estaban y muchos más, en la continencia y buena cara que el señor Sureda mostraba, que parecía que fuese a ver a su enamorada. De Vallseca no queremos decir nada, ni cómo salió de la lid ni con qué cara paseaba, pedid-lo a quien lo ha visto». Cuando los justadores se iban a embestir, ya en marcha el combate, el rey detuvo la lucha y pidió la reconciliación, puesto que había quedado probado el valor y la habilidad de los contendientes y no quería que muriera ningún buen caballero suyo. Pero el desenlace trajo cola, ya que los caballeros no querían aceptar el ofrecimiento real uno antes que otro, argumentando Sureda que él era el desafiado y que nunca hablaría antes que Vallseca. Admitida por éste la generosa oferta del monarca, dice Furió que »se movió otra contienda sobre quién se apearía primero, y dando el príncipe [Ferrante] la mano a ambos, quedó ileso el ritual de la caballería«. Solucionados los problemas de protocolo, el rey les dijo: »¡Au! Sed buenos amigos, tanto como si entre vosotros no hubiera habido nada... y quiero que ahora os beséis"
Pese al beso... «vaya una decepción», debieron pensar los 22.000 frustrados y moralmente apaleados espectadores y, tal vez, enfurecidos... y es que, como dice Miquel Ques Perelló, que recientemente ha estudiado las 'cartes de convit' del torneo, dicho evento, finalmente, no tuvo un desenlace batallador. Así que, a pesar del ánimo del cronista Joaquim M. Bover, cuando dice de Salvador Sureda que «Su nombre se hizo una celebridad europea por el famoso desafío», debemos darnos un baño de realidad, ya que, siguiendo el discurso del mencionado Ques, «De esa aseveración, podríamos decir «romántica», no tenemos ninguna referencia histórica».
Sea como fuere, al regresar a Mallorca después del torneo, el caballero Sureda Safont colocó los pendones y adargas de aquella caballeresca competición ante el altar de la capilla llamada de San Sebastianet, de la Catedral de Mallorca. El caballero mallorquín murió muchos años más tarde, en 1495. Dice P. de Montaner: Salvador Sureda «obtuvo el derecho de hacer su tumba en la catedral en 1452... al morir, las adargas que llevó en aquel acontecimiento fueron colgadas sobre su sepultura en la capilla de Sant Martí, y estuvieron allí hasta que el incendio de 1820 motivó su traslado a la capilla de Can Vivot». La sepultura, rodeada de huroneras, fue restaurada por Joan-Miquel Sureda y de Verí.
También hay muchas huroneras en la casa de la posesión llamada Sant Martí d'Alanzell, en Vilafranca, emblemática de los Sureda de Sant Martí. Cuando en el siglo XVII los herederos de Salvador Sureda Safont reconstruyeron el edificio de la Rambla, hoy conocido con el nombre de Can Pinós, colocaron en el centro del arco rebajado que sostiene la galería del primer piso, en el patio del edificio, a la derecha según se entra, un escudo de la familia Sureda (un alcornoque) . Además, el escudo muestra un relieve en la parte baja que representa la huronera del caballero justador, con un filacterio que reproduce el lema, traducido al castellano -hoy muy borrado-: «Dentro está quien le coge».