Hay quien cree que para hablar con los muertos se deben transitar senderos oscuros plagados de monstruos en bosques extraños. Otros optaron por sentarse a hablarles a la cara, en la cotidianidad del hogar y rodeados de un entorno conocido. «En Capdepera suceden cosas que no pasan en otros lugares» decía Josep Terrassa con especial tino, al caracterizar la localidad gabellina como la capital del espiritismo en Mallorca. Los trabajos históricos de este sabio local se centran en un momento muy concreto, entre finales del siglo XIX y principios del XX, el momento del auge de este movimiento, cuando el municipio del nordeste fue capital insular y su máximo exponente.
La Mallorca del cambio de siglo era una realidad inmensamente distinta a la que nos es cotidiana en nuestros días. La sociedad isleña aun no se había emancipado por completo de la dependencia de la pagesia. A pesar de los incipientes focos industriales, la incultura y el analfabetismo eran males comunes en amplios espectros sociales. En ese contexto triunfaron las ideas de los hombres y mujeres que pretendían un mundo mejor.
El maestro jubilado e investigador a escala local con décadas de trayectoria a su espalda citado al principio de este texto colabora con la publicación de prensa forana Cap Vermell. Tras ahondar en el metodismo se fijó en el espiritismo, un movimiento que sembró la semilla de la disidencia religiosa y política en Capdepera. Cuál es la historia de este movimiento y de dónde beben sus fuentes.
En la convulsa Francia de principios del XIX surgió un movimiento, el espiritismo, que acabaría llegando a Cataluña y después a Mallorca. En 1857 Hippolyte Léon Denizard Rivail publicó El libro de los espíritus bajo el pseudónimo de Allan Kardec. La obra obtuvo una importante difusión y repercusión en el país vecino, y sistematizaba el afán de aclarar toda clase de fenómenos que no cuentan con una explicación sencilla o normal. También pretendía arrojar luz en los grandes misterios de la humanidad, y dar respuesta a las preguntas que todos alguna vez nos planteamos.
«Eran movimientos que tenían que ver con la política y, en este sentido, dieron fuerza a la izquierda local pero ésta no es de origen sindical sino cultural» puntualiza Terrassa. En Palma se editaron revistas en la década de los ochenta del 1800; sin embargo el peso eclesiástico de la capital conminó muy pronto a los retenes espiritistas al ostracismo en la capital mallorquina. Pero Capdepera era distinto. Ese era territorio 'amigo'.
Terrassa destaca que lo importante del espiritismo en Capdepera es su deriva ideológica y moral, con efectos sobre la realidad pues a diferencia del catolicismo, que se centra en salvar el alma de los creyentes y garantizarles la vida eterna, el espiritismo aspiraba a reformar y mejorar el mundo palpable y real. Pretendía el consuelo y bienestar de los seres que padecen, en el sentido que respetaba y daba voz a las demandas y necesidades de los más desfavorecidos.
El ideal del espiritista, según el sabio gabellí, consistía en alcanzar la máxima perfección moral. A través de ella los espiritistas querían incidir en el conjunto de la sociedad, para hacerla más abierta y más justa. No es casual, en este sentido, que muchas personas convencidas por el espiritismo en Capdepera fueran también muy activas políticamente, y entre ellos se cuentan a varios cargos del gobierno republicano antes de la sublevación militar.
Su perspectiva preservaba la autonomía personal en el aprendizaje. Ni se casaban, ni bautizaban a sus hijos. Tampoco entraban al trapo de las discusiones con tintes sociales y teológicos que enfrentaron a los metodistas con la jerarquía eclesiástica. Incluso no eran poco frecuentes las parejas mixtas de metodistas y espiritistas. En sus encuentros convocaban espíritus allegados alrededor de las mesas, pero no de cualquier manera ni banalizando el recuerdo de los difuntos.
El triunfo del bando nacional en la Guerra Civil condenaría a la clandestinidad al espiritismo, y a tantos otros movimientos sociales y culturales. Pero sus consecuencias se dejaron sentir largo tiempo. «En Capdepera, en 1912, ya no había mujeres analfabetas», asegura la doctora en Historia Isabel Peñarrubia, autora del libro Gabellines, de les primeres en emancipar-se.
Si las mujeres de Capdepera dejaron sentir su voz potente en un mundo de hombres fue, en gran medida, por la penetración del espiritismo en la conciencia colectiva. En su obra recopila las historias vitales de nueve mujeres que destacaron por su lucha. Algunas trabajaron en el sector de la llata; otras acudieron al mar, y se ocuparon de vender pescado o fabricar y remendar las redes con sus propias manos.
«Con su esfuerzo conseguían independencia económica, eran más participativas de la vida social y aunque hasta el 1931 no tuvieran derechos políticos, ellas hacían artículos en la prensa, recogían firmas contra la guerra de Marruecos, se mostraban a favor de la separación de Iglesia y Estado. Efectivamente fueron mujeres modernas. El ambiente caciquil no era tan fuerte, les daba independencia, propició que se pudiera instaurar la comunidad metodista, se escolarizaba a las niñas. Se instauró también el espiritismo. A principios de siglo no había analfabetas en Capdepera, cuando en Mallorca el 60 por ciento lo eran. El analfabetismo femenino desapareció aquí mucho antes que en otras zonas. Fueron mujeres avanzadas».