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Curiosidades y tradiciones mallorquinas

Sa Jaia Corema

Es una de las tradiciones más típicas de nuestro costumario

Sa Jaia Corema de Esporles. | G.V.

| Palma |

Durante la Cuaresma (popularmente llamada 'Corema'), una de las tradiciones más típicas de nuestro costumario era la Jaia Corema, también conocida con el nombre de Jaia Serrada. Era una figura de mujer (normalmente vieja, de ahí el nombre de 'jaia') con siete pies, elemento que quería representar que la Cuaresma abarca siete semanas (realmente, desde el miércoles de ceniza hasta el miércoles de la Semana Santa). Antiguamente, casi todas las familias tenían una ‘Jaia’, que se exponía en las casas durante todo el tiempo cuaresmal. Mosén Antoni M. Alcover nos describe detalladamente la tradición: «Sa Jaia-serrada era una ‘jaia’ de papel, cartón o madera pintada, que representaba la Cuaresma, flaca y enjuta, con un bacalao en una mano y un manojo de zanahorias en la otra, y con siete piernas y siete dientes, que representaban las siete semanas de la Cuaresma. El primer día de la Cuaresma colgaban aquella Jaia dentro de la cocina o comedor, y cada domingo le cortaban una pierna de las siete que tenia, hasta que el Sábado Santo quedaba sin ninguna pierna y arrinconaban con gran chacota el zoquete que quedaba; pero a mediados de Cuaresma, ya le hacían una operación, de donde le venía el nombre de ‘Serrada’; resulta que el jueves de la cuarta semana, cuando justo había pasado media Cuaresma, bajaban la ‘jaia’ y la cortaban por la mitad, porque ya tenían media Cuaresma liquidada». El sábado de Pascua, retiraban o quemaban lo que quedaba de la figura.

Lluís Fàbregues aporta algún detalle más, sobre la Jaia Corema: encima de la falda, la jaia tenía una bandeja con verduras y pescado, comidas típicas de la Cuaresma, y explica también que el encargado de quitar los pies de la jaia era el padre de familia . Miquel Forteza también nos recuerda la tradición: «La Jaia Quaresma era una vieja con siete pies correspondientes a las siete semanas cuaresmales. La Jaia Serrada era realmente la representación del cuarto jueves de Cuaresma, en el que ésta queda cortada en dos mitades iguales. Ese día solían cortar una figura de la Jaia Cuaresma, que solía tener muy poco valor».

La Jaia Quaresma (grabado del s. XVIII, del Costumari de Amades)

Dice el folclorista Joan Amades que las ‘Jaies’ mallorquinas «eran completamente de talla, mientras que otras estaban dispuestas para ser vestidas como una imagen o una muñeca. Se la vestía a modo de campesina mallorquina, con ricas ropas de seda. Se la disponía en una especie de silla, detrás de la cual había una taquilla o cajón para guardar los pies que iban quitando cada semana, pues se podían sacar del todo. Encima de su regazo se le ponía acelgas, lechugas y otras verduras del tiempo y un bacalao seco».

El padre Llompart apunta uno de los objetivos que explican el sentido de Jaia: «la Jaia Corema en Mallorca en sus últimos tiempos jugó un papel de personaje mítico con el fin de defender ante la chiquillería los derechos de la rígida cocina penitencial. Todavía he conocido payesas en cuya casa, durante la Cuaresma, la leche de oveja se vertía a los cerdos y si se cazaba un indefenso pajarillo iba a parar, no a la sobria mesa casera, sino a las faldas del gato familiar. La Jaia Corema se convertía en un temible y vagaroso guardián. A veces se ponía su figura junto a la percha o jaula del tocino...».

Mn. Alcover, citando un artículo de Pedro de Alcántara Peña, de la revista L’Ignorancia, de 1881, rememora la fiesta que se celebraba cada año el jueves de la cuarta semana de Cuaresma; era todo un espectáculo público que tenía lugar en Palma, concretamente en la plaza de Cort: «Antiguamente, en Ciutat, tal día todavía hacían otra función más de verse en medio de la plaza de Cort para divertir a la gente : ponían un catafalco, y el verdugo y el mataratas (nombre popular del ayudante del verdugo) subían al escenario con una ‘jaia’ de trapos y paja, casi tan grande como una de tamaño natural; y allí esos dos, con una sierra de carpintero, ¡venga a aserrar aquella ‘jaia’! y ¡dale serrucho!, hasta que no quedava ni resto de la ‘jaia’; y todo el mundo, a carcajadas, gritos, silbidos y juerga a tope! Inmumerable, el gentío que aparecía para ver aserrar la ‘jaia’, y lo bien que todo el mundo se lo pasaba! Ahora la gente se divierte con otros espectáculos algo más elevados de bolsa y de conciencia, desgraciadamente. Todavía hay alguna casa en la ciudad que conserva la tradición de la Jaia-serrada, para alegrar a la gente pequeña que es de lo más digno y respetable que pisa tierra».

Las figuras más habituales de ‘Jaia’ eran de papel, cartón o madera pintados. El citado Pedro de Alcántara Peña tiene un poema dedicado a la Jaia Corema, que explica, entre otras cosas, el proceso de fabricación de la figura:

«... haremos la jaia aserrada
con siete piernas y siete dientes.
Coge el diario deprisa;
dame cuatro hojas de papel,.
dame lápices, dame tijeras
y pastas. Dámelo, de prisa. …
ya le pinto la nariz y la joroba,
cuchillo en su mano derecha,
bacalao por el otro viento,
un rosario de beata,
y sus siete pies y sus siete dientes.
(...)

Desde entonces cada sábado
cada sábado que viene
para cortar el pie a la jaia
hacemos la fiesta, yo y él.
El niño espera el sábado
como el ‘santo advenimiento’:
prepara su candela
para quemar el pie que quita
y canta oraciones latinas
como un fraile de convento.
Cada pie que tiene que caer
es un acontecimiento,
cada sábado que llega
es una alegría más.

Cuando Jaia Corema era descolgada, los jóvenes respiraban aliviados, porque una época de privaciones y sacrificios como la Cuaresma había terminado; no en balde lo comenta una canción popular mallorquina, con cierta exageración irónica:

«Sa Corema ja és passada;
Mare de Déu que no torn!,
que tenc s'esquena escorxada
d'anar-me a colgar dejorn».

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