Cuando en estos días invernales alguien dice ir a la feria, con permiso de la lluvia y la nieve, pocas personas o prácticamente nadie dude de adónde se dirige. Es como si en Palma no se contemplara la existencia de otra feria posible, y eso que en Mallorca las hay algunas mucho más antiguas que la Fira del Ram. Esta es para muchas personas «la feria» en mayúsculas, pero existen otras que han sido de vital importancia a lo largo de la historia de Mallorca. Algunas de esas conservan en la actualidad parte de su capital, recordando de forma tenue los tiempos en los que los mercados y las ferias dominaban las relaciones personales, económicas y sociales.
Pudiera decirse, de este modo, que los mercados y las ferias supusieron la primera red social, y desde la antigüedad y durante largo tiempo funcionaron como el escenario por excelencia donde llevar a cabo toda clase de tratos, intercambios y trueques, todos ellos negocios necesarios para la subsistencia de las comunidades humanas. En todo caso, la Fira del Ram, que hoy en pleno siglo XXI reúne cada año a miles de asistentes, no es ni de cerca la celebración de este tipo más antigua de Mallorca.
Su existencia remite de forma directa al Diumenge del Ram, la festividad religiosa que da el sus a la Setmana Santa en Palma, y que antaño era la fecha cenital de la Feria del Ram. Ese elemento es conocido, aunque puede que no muchos sepan que su origen se halla en «una pintura muy antigua y venerada, que aun hoy se conserva en el convento de la Concepció de Palma: la Santa Faz, también llamada la Verónica».
Según el historiador y colaborador de Ultima Hora Gaspar Valero, la pintura proviene del antiguo convento de Santa Margalida, junto al Hospital Militar, y la tradición la reviste de un halo milagroso en cuanto a su confección. Hay quien dice que la mandó pintar un cardenal mallorquín, natural de la villa de Santa Margalida, y la recepción de la obra causó trifulcas y desencuentros. Esa pintura es importante, ya que originariamente las personas se congregaban para verla de forma pública, cuando las clérigas la exponían el Domingo de Ramos. Tanto bullicio y algarabía se generaba alrededor de este acontecimiento religioso que no tardaron en aparecer alrededor los puestos de venta de alimentos, buscando ganar algo de provecho con productos como avellanas y dulces, juguetes y todo tipo de enseres cotidianos de gran aceptación, especialmente entre las clases populares.
Como la cosa fue a más, la calle de la Concepció de Palma se quedó estrecha. Según Valero, hacia el año 1858, la ya entonces llamada Fira del Ram se trasladó a la Rambla de Palma. Ese fue su lugar hasta la década de los años sesenta del siglo veinte, cuando otras necesidades la trasladaron a la popular y concurrida explanada de los Instituts de Ciutat.
De allí pasó al antiguo espacio ferial de la calle de Jesús, junto a la rotonda actual del cementerio municipal de Palma y el parque de sa Riera. Aun cambiaría otra vez más su emplazamiento, y en la actualidad comparte espacio en el polígono de Son Fusteret con otros muchos usos, entre ellos la organización de conciertos y eventos de ocio familiar.
Si hablamos de ferias en Mallorca, una de las primeras que de forma obligatoria deben aterrizar en nuestra mente es el Dijous Bo, la fiesta grande de Inca. Al parecer, un antiguo compromiso del siglo XVI con Llucmajor para evitar la competencia fecha esta celebración el cuarto jueves después del domingo que sigue a la festividad de Sant Lluc, el 18 de octubre. Los historiadores recuerdan que esta fecha reunía tradicionalmente a buena parte de la pagesia de Mallorca, y la cita gozaba de un cariz festivo pero también de una importante vertiente económica, con la instalación de un mercado.
El origen del Dijous Bo no está del todo claro, aunque sobrevuelan dos teorías principales: la primera se fija en un origen islámico, y la segunda fija el punto de partida del Dijous Bo en el ordenamiento de Inca como Vila por parte del rey Jaume II en 1301. Según el cronista inquer Gabriel Pieras, la fiesta data de inicios del siglo XIX, probablemente desarrollada en torno a una feria y un mercado mucho más antiguos, tal vez de origen islámico o quien sabe si incluso anterior. El Dijous Bo tiene el complemento nocturno a modo de antesala del Dimecres Bo, horas de bauxa donde los protagonistas principales son los cellers. Esto muestra cómo la vertiente lúdica ha ganado peso con el tiempo, a pesar de que mantiene su importancia en la actividad económica de la comarca del Raiguer.
Sineu ha sido otro epicentro histórico de los intercambios comerciales en los últimos cientos de años en Mallorca. Al igual que en Inca, probablemente los primeros vestigios del actual mercat de Sineu de los miércoles se encuentren en la dominación musulmana de Mallorca, un momento histórico en el cual Sineu brillaba con luz propia, siendo una importante región agrícola. La reunión semanal del mercado era el nexo y punto de encuentro de mercaderes, comerciantes y menestrals, con los payeses musulmanes de la época.
Con la conquista catalanoaragonesa de Mallorca se consolidó la importancia de este mercado semanal. En el año 1306 el segundo hijo del Rei en Jaume y Violant d'Hongria expidió el privilegio del Mercadal, lo que revestía de protección real al mercado de Sineu. Las fuentes históricas citan que en Sineu podían hallarse toda clase de alimentos, productos para el sustento y el manejo del ganado, así como herramientas y ropa, productos de temporada o incluso algunos otros importados de tierras lejanas.