«La mujer los llamó diciendo que la cena estaba lista; se reunieron alrededor de la mesa, y Dorothy comió un delicioso potaje y un plato de huevos revueltos, acompañados por pan blanco; le pareció una cena de lo más sabroso (sin haber tenido que sacrificar animal alguno) y el León comió un poco de potaje pero no le gustó, y lo dejó diciendo que estaba hecho con avena y que la avena la comían los caballos y no los leones. El Espantapájaros y el Leñador de Hojalata no comieron nada. Totó comió un poco de todo, muy contento con volver a probar una buena cena».
Éste es un fragmento de la obra de fantasía El Mago de Oz de L. Frank Baum (Chittenango. New York, 1856-Id. 1919) hijo enfermizo de una familia metodista, el cual, escribió unas trece novelas más, todas ellas ambientadas en un universo ilusionario y algo misterioso, una fórmula que gustó al lector infantil y le proporcionó un éxito comercial que no esperaba. Pasados los años, El Mago de Oz fue una película de Hollywood en los años 40 que dio la vuelta al mundo. Escribía Frank Baum que «el viejo cuento de hadas podría ser clasificado de histórico dentro de la biblioteca infantil, pues ha llegado la hora de una nueva serie de cuentos de maravillas, donde ya no aparezcan los estereotipados genios, enanos y hadas…».
La receta. Tomando pues el fragmento de la novela, busquemos una receta que nos aproxime a la tal Dorothy. Disponemos de medio kilo de judías blancas, que escurrimos, después de haberlas puesto en remojo la noche anterior, y las sofreímos en una cazuela por espacio de un cuarto de hora sin dejar de removerlas con cinco cucharadas de aceite de oliva virgen. Añadimos a la cocción una cebolla grande pelada y troceada. Luego un tallo de apio y seguidamente una remolacha previamente cocida y cortada en láminas. Después lavamos y troceamos cuatro tomates maduros. Cuando todo esté bien dorado, le agregamos dos litros de caldo de verduras y salpimentamos la mezcla. Luego viene la última etapa de la cocción que se ha de hacer a fuego moderado durante tres horas y media. Finalmente, metemos unas hojas de hierbabuena, un par de minutos antes de sacar el potaje del fogón.