La normativa más antigua de las restricciones alimentarias penitenciales de la Cuaresma era especialmente rigurosa en cuanto a la prohibición del consumo cárnico y otros productos de procedencia animal, como huevos, grasas o lácticos. En cambio permitía el consumo de pastas y dulces sin otra limitación que la deparada por la disponibilidad económica personal. Esa limitación que ahora se nos antoja superable, por entonces no lo era tanto. Recordemos que hasta bien entrado el cuatrocientos el azúcar fue un producto poco menos que de lujo y destinado sobre todo a aplicaciones farmacéuticas y medicinales.
La progresiva atenuación de la estricta normativa inicial daría lugar a una atención creciente a los alimentos dulces, los cuales fueron construyendo una categoría alimentaria nueva y con características claramente diferenciadas de las restantes. La aceptación con que fue acogida le permitió continuar y consolidarse con definición suficiente como para mantenerse hasta nuestros días.
Uno de los productos que formaron parte de esos comienzos fueron las orelletes ibicencas, conocidas también como orellanes u oreianes en Mallorca y oranes en Menorca. Su receta actual consiste en una masa hecha de harina candeal, huevos y azúcar, más algún ingrediente adicional, como canela, semillas de anís o su licor, según las diferentes opciones regionales. Debe resultar una pasta de textura consistente, que se aplana en finos redondeles para freírlos en aceite bien caliente y azucararlos o enmelarlos posteriormente. Su vigencia en tierras catalanas se remonta, como mínimo, a tiempos bajomedievales. Una de sus primeras menciones aparece en los versos del Spill o Llibre de les dones (c. 1460), redactado por el médico valenciano Jaume Roig (m. 1478). Es uno de los dulces, junto con el alfeñique, el azúcar y las casquetes, con los cuales se alude a la poca virilidad con que cierta madre sobreprotectora ha educado a su hijo.
Además de nuestras islas las orelletes siguen consumiéndose sobre todo en la comarca del Priorat, Camp de Tarragona, Pla d'Urgell, algunas zonas de Lleida y determinadas áreas del País Valencià. En todos estos territorios su elaboración y consumo están ligados a la Cuaresma. Su preparación y consumo se extiende también por toda el área occitana y provenzal e incluso otras regiones francesas, aunque en éstas últimas con distintos nombres. En la Provenza las oreillettes son designadas de esta manera principalmente en Avignon y sus aledaños, donde son aromatizadas con agua de azahar. Forman parte de su repostería tradicional, siendo su época de consumo preferente entre Año Nuevo y Semana Santa y sobre todo en la festividad del Mardi gras, homóloga a nuestro Dijous Llarder.
Un producto similar denominado ‘Orejas de Amàn' sigue vigente en el equivalente judío del Carnaval conocido como la fiesta de Purim. Son de forma triangular y pueden estar rellenas de chocolate, mermelada, dátiles, dulce de leche, alguna fruta e incluso queso. Estas pastas constituyen ejemplos representativos de cómo fueron los antiguos dulces cuaresmales en zonas ribereñas mediterráneas ibéricas y francesas.