«Jenkins, avezado a las faenas culinarias, se puso a trabajar abriendo cestos y preparando la cocina portátil. Isabel, con mano ligera, empezó a vaciar sus paquetes. La mesa fue ocupada por una fuente de pollos asados, con lechuga tierna y rizada, otra de exquisitos bollos, pasteles de hojaldre, chocolates, dulces de coco y frutos diversos, cosas todas que gustaban mucho a la joven; y como para ella no había fiesta sin aceitunas, almendras tostadas y bombones, también los traían en abundancia. Pronto llegaron olorosas emanaciones de la cocina, donde Jenkins estaba calentando una rica sopa de arroz. Luego hizo un delicioso cacao que debían tomar con crema batida que Isabel iba echando en una jarra de cristal. Se cocieron guisantes en conserva y se calentaron unas rubias croquetas de harina de patata…».
El texto pertenece a la novela The Enchanted Barn (1917) de Grace Livingston Hill (Weelville, 1865-Swarthmore, 1947), novelista americana que publicó un centenar de novelas y numerosos cuentos, trabajos en los que muestra un estilo depurado y exigente a la vez que unas tramas muy humanas y sentidas. Pero vayamos al tema culinario y en este caso bien apropiado: Los llamados «Club Sandwiches».
Haciendo historia, leemos que el primer Conde de Sandwich que vivió de 1718 a 1792 no inventó los sándwiches que llevan el nombre de su título nobiliario y lo que se sabe es que era un jugador empedernido, un hombre de casino y de ruleta, que para no tener que dejar la mesa de juego, pese a que tenía hambre, se hacía traer rebanadas finas de pan blanco con fiambres. Y así nacieron aquellos emparedados que triunfarían en los ‘snack bar' de todo el mundo.
Receta. Veamos: primeramente tostamos ocho rebanadas de pan de molde, deshuesamos medio pollo al ast, limpiamos media lechuga, untamos las rebanadas de pan con salsa mahonesa y las cubrimos con una capa de carne de pollo. Y encima de ésta, hoja de lechuga. Mondamos dos tomates y los colocamos en rodajas encima de la lechuga y por último rodajas de pepino y lonchas de jamón de York ligeramente fritas. Va luego la otra rodaja de pan…y listo, que así le gustaba al Conde.