«Abu el Heïloukh conservó su fertilidad amatoria porque durante cuarenta días seguidos comió cebollas… Se atracó primero de garbanzos y bebió leche de camella mezclada con miel mientras que Mimoun, el Negro, no dejó de hacer el amor durante un tiempo en que no comió más que yemas de huevo y pan…». Este texto es un fragmento del libro El Jardín Perfumado, cuyo autor, el jeque Nefzaquí, de Túnez, pudo escribirlo a principios del siglo XVI, aproximadamente el año 925 de la Hegira.
Parece ser que el manuscrito fue rescatado del olvido por el escritor inglés Sir Richard Burton, el cual escribía: «Toda historia humana atestigua que la felicidad del hombre-pecador hambriento-desde que Eva comió la manzana, depende considerablemente de la comida». Y es verdad. Pero… ¿Quién era Sir Richard Burton? Hay mucha leyenda sobre aquel londinense que vivió de 1842 a 1890, que viajó por muchos países exóticos, que exploró los secretos del ocultismo y que a su muerte, después de una vida controvertida y escandalosa, Isabel Burton, su mujer, quiso poner en orden sus escritos, lo que no evitó que destruyese muchas de sus notas, poemas y textos inéditos. Entre otras muchas reflexiones, dejó dicho «que puede ser más importante, en realidad, que el estudio de los principios sobre los que descansan la felicidad del hombre y la de la mujer, en razón o a causa de sus relaciones mutuas, relaciones que por si mismas dependen del carácter, salud, temperamento y constitución…» Pero vayamos al plato que puede hacernos evocar al jeque Nefzaquí.
La receta de la sopa de pan y cebolla es la siguiente. Cortamos cien gramos de cebolla en rodajas finas y la freímos en una cazuela con un par de cucharadas soperas de mantequilla durante unos diez minutos. Le añadimos medio litro de caldo de verduras y dejamos que hierva a fuego moderado durante un cuarto de hora, sin olvidar agregarle unas pizcas de sal y pimienta. Seguidamente disponemos en cuencos individuales que puedan ir al horno, cuatro rebanadas de pan, preferentemente moreno o payés, y lo cubrimos con la sopa obtenida. Espolvoreamos cada ración con queso rallado, estilo maonés, y las ponemos a gratinar en el horno, de modo que se funda el queso. Es tradición acompañar este tipo de platos con guindillas en vinagre.