En verano los vinos apetecen menos que en invierno y la sensatez aconseja hacer caso de ese desinterés. El problema surge cuando a uno le ponen delante alguno de esos blancos suaves y de paladar grato, como puede ser una bonita, perfumada y fría copa de Malvasía. Si eso ocurre en circunstancias idóneas, quiero decir en un lugar refrigerado y en buena compañía, entonces no existen más que dos alternativas. La primera y más prudente es una descortés y valiente huida, en la que no debemos caer mientras sea posible. La otra, emular a los espartanos en Fuentes Calientes, más conocidas por su nombre griego de Termopilas. Al fin y al cabo Leónidas, sus trescientos hoplitas y asociados, también defendieron la isla espartana de Monembasía, donde se sitúa el origen de la cepa que da nombre al vino mencionado.
En Mallorca contamos con una atractiva variedad propia de esa uva cultivada inicialmente en Banyalbufar. Pertenece al grupo de las Malvasías arraigadas asimismo en la croata Dubrovnic, las islas Lípari, Cerdeña y Sitges. Ese modelo de difusión ya pronostica una especial singularidad y sus peregrinajes constituyen un sugestivo ejemplo de la historia del vino. Son la demostración del proceso seguido por un producto de irrebatible calidad, capaz de abrirse camino durante siglos y pasar de ser poco menos que un ignorado vino local a ocupar un lugar preeminente a nivel mundial.
Aunque sus virtudes debían conocerse desde antiguo, su nombre no se incorpora a la historia enológica antes del siglo XIII, mediante un documento del obispo de Éfeso, fechado en 1214. A partir de entonces y de manos de los venecianos, entonces los mejores mercaderes del Mediterráneo, comienza a ser objeto de un activo comercio. Como Monembasía es pequeña y las demandas superaban en mucho a la producción, los avispados venecianos empezaron a cultivar Malvasía en la isla de Creta, llamada asimismo Candía, en 1278.
El creciente éxito comercial que alcanzó parece debido a su capacidad para mantener su excelencia a pesar de los avatares que suponía su distribución por vía marítima, donde los viajes no eran calmosos ni reposados. Soportar tormentas y zarandeos continuos durante la navegación sin decrecer sus cualidades, le proporcionó la categoría de vini navigate (vino navegado). Esto le permitió extenderse por todo el Mediterráneo, instalándose en sus riberas italianas, francesas e ibéricas. Desde ellas alcanzaría las Canarias, Madeira y dondequiera que alguien quisiera llevarlo. En ese continuado período expansivo debió llegar a Mallorca y Sitges, aunque no necesariamente por ese orden.
En nuestra isla lo adaptó sobre todo la población de Banyalbufar, donde debían residir excelentes viticultores. De su eficacia en el cultivo de la Malvasía da idea que en el siglo XVI el municipio ya exportaba anualmente 250.000 litros con destino a la casa real de Aragón. La filoxera puso fin a ese amplio cultivo, pero no hace muchos años se recuperó y ahora puede ser una ineludible tentación. Incluso en verano.