La celebración de Pascua el pasado fin de semana fue muy diferente para mí: después de un paréntesis de 63 años, la fiesta de este año fue al estilo escocés. La parte culinaria de Semana Santa en Escocia e Inglaterra empieza por la mañana de Viernes Santo con un bollo llamado hot cross bun: bollo caliente con cruz. Este ejemplo de la larga lista de bollos británicos esta asociado con Pascua desde su aparición en el siglo XIV, pero tiene su origen en la antigüedad.
Los egipcios ya comían pequeños panecillos con una cruz encima para festejar a sus dioses. La cruz dividía el bollo en cuatro trozos que representaban las cuatro estaciones. Los antiguos griegos, romanos y sajones también horneaban bollos con una cruz para marcar las nuevas estaciones.
El hermano Thomas Rocliffe, de la abadía de San Alban al sureste de Inglaterra, hizo un Alban Bun en 1361. Era muy parecido al hot cross bun de hoy: ligeramente pegajoso por encima, esponjoso, poblado con frutos secos, aromatizado con especias cálidas como canela y nuez moscada y con una cruz encima, porque el fraile los regalaba el Viernes Santo a los pobres de la localidad. Es un bollo fácil de conseguir en casa y hay recetas auténticas online.
El Domingo de Pascua también empezó con el desayuno, esta vez con una especialidad de mi familia italiana de Vallerotonda: una frittata de salchichas que se empleaba para romper los días sin carne de Cuaresma. Mi padre no era creyente católico y cuando él hacía esa tortilla plana con tacos de salchicha italiana no era por razones religiosas, sino porque era un recuerdo importante de su niñez en Vallerotonda. Para mí también es un desayuno nostálgico y cada año me levanto con los pájaros y con mucha ilusión para hacer y comer esa frittata de salchichas italianas.
Aunque iré recuperando algo de la Pascua de mi niñez, también habrá un vacío significante esos días: la parte mallorquina. Echaré de menos sobre todo las panades mallorquines de los últimos 62 años. Pensaba hacer panades de cordero, pero no pude encontrar el ingrediente que aporta su lubricación y sabor: las esenciales pizcas de sobrasada. En las tiendas italianas se vende la nduja de Cerdeña, muy parecida a la sobrasada (ya que Cerdeña hace siglos pertenecía al Reino de Mallorca) pero no es la misma. Además, la nduja va a nada menos que noventa libras el kilo. Sin embargo para la Pascua del año que viene tengo este problema resuelto: haré mi propia longaniza mallorquina y algunas pizcas servirán para las panades. Y con el resto habrá unos bocatas nostálgicos.