El Domingo de Pascua se celebra con preparaciones de larga tradición isleña, actualmente limitadas a la trilogía de las panades, robiols y crespells. A esta ahora conocida y fija trinidad, hasta no hace mucho acostumbraban a sumarse preparaciones rellenas de lácteos como son formatjades y flaons. En Mallorca, las primeras se conservan exclusivamente en Pollença, mientras que los flaons solo han sobrevivido en iIbiza, donde se han convertido en su pastel más emblemático. Estos últimos son bien diferentes de las flaones, pastas de nombre similar y también rellenas, pero desconocidas o desaparecidas por completo en las tres islas. Se conservan flaones ampurdanesas, vigentes aún en Figueras o el Alto Ampurdán, rellenas con crema, mientras que en Torroella de Montgrí y el Bajo Ampurdán suelen contener mazapán. En Banyoles se daba el nombre de flaona a una especie de ensaimada.
Los flaons fueron aún una preparación mallorquina propia del día de Pascua en las últimas décadas del siglo XVIII, aunque también eran de consumo propio y frecuente en la temporada cuaresmal. De su indudable presencia en celebraciones exclusivas de la Resurrección, dan testimonio varias gloses, de las llamadas sales por ser cantadas por los quintos o salers. Estos jóvenes anualmente reclutados para el servicio militar, durante la mañana del día de Pascua recorrían festivamente las calles de sus poblaciones solicitando empanadas y cualquier otro donativo material para la fiesta que organizaban. Dos conocidas sales unen flaons y panades en sus demandas: En aquesta casa honrada, / no se'n va ningú falló, / antany mos daren panada, / enguany panada i flaó. Dau-mos coca o flaó / o sinó una panada / o un fil de sobrassada / o un ou de niaró.
Esos dulces contaban con una reconocida aceptación y arraigo en todas las tierras catalanas, existiendo testimonios de su presencia desde tiempos medievales. Menciones de esa época podemos verlas en el luliano Llibre de Evast i Blaquerna (1283) o en el Terç del crestià (1384) del franciscano gerundense Francesc Eiximenis (c. 1327/1332-1409). Aparecen en el texto culinario coetáneo titulado Llibre de totes maneres de potatges de menjar, como modelo referente para establecer la consistencia que deberán adquirir ciertos platos para ser considerados en su punto adecuado de cocción. Ser aludidos como elemento comparativo hace creer que para entonces fueran ya bien conocidos por la población.
En la actualidad se mantienen vigentes en numerosos lugares influidos o propios de la cultura gastronómica catalana, como son las tierras de Occitania y del Llenguadoc del Midi francés. Otro tanto hacen en Morella, donde se rellenan de queso fresco o requesón de oveja, al igual que los preparados antiguamente en Mallorca y Eivissa, mientras que los hechos en Menorca lo eran con sus equivalentes, pero de leche vacuna. En cambio, en Calaceite, Beceite y la zona fronteriza con Aragón llevan confitura de cabello de ángel. Resulta significativo que usen esta confitura, tan característica de Mallorca para rellenar los robiols tradicionales de esas fechas.