No tuvo tiempo de escribir sus memorias. A lo máximo algunos escritos y entrevistas. Pero pudo escribir su existencia con pasos de danza. Es un personaje paralelo de mi última novela La ruta de la naranja. Los otros dos protagonistas, un par de estudiantes sollerenses que deciden dar una vuelta a Francia visitando los establecimientos, tiendas de ultramarinos o restaurantes, de sus paisanos en un Bugatti.
Isadora Duncan (San Francisco, 1878-Niza, 1927) que ocupa uno de los primeros puestos en la historia de la danza, renovadora de la ideología y la técnica del baile clásico y una de las precursoras de la coreografía moderna. Junto a su historia está su leyenda, que también he utilizado. La danzarina, cuyo estilo libre, fruto de su especial inspiración, evocó las danzas de la antigua Grecia, con sus gestos estatuarios rítmicos y sus túnicas transparentes. Siempre seguida de un grupo de admiradores, bailaba con los pies descalzos porque según ella tenía que tener contacto directo con la tierra. Algo gourmet en los restaurantes novedosos de los felices veinte, a la hora de los postres, devoraba las naranjas del Mediterráneo con cierta devoción ya que las consideraba los jugosos regalos del dios Helios, en latín Apolo. Las mismas naranjas baleares que elogiaban Alphonse Daudet, Frédéric Mistral y Alexandre Dumas…
Y si les parece pongamos una nota gastronómica a este comentario y vayamos ahora a la receta: un sorbete de naranja, tal como lo pudo tomar Isadora en Montecarlo, Atenas o Estambul. Tomamos dos cortezas de naranja peladas muy finas y una corteza de limón preparada del mismo modo y las ponemos en un cazo con tres cuartos de litro de agua, puesto al fuego para su ebullición, hervor de un cuarto de hora. Pasamos el líquido a una jarra para añadirle un cuarto de litro más de agua y vuelta la mezcla al fogón, le agregamos doscientos cincuenta gramos de azúcar moreno hasta que se disuelva. Al hervir nuevamente, lo mantenemos unos diez minutos a fuego lento y lo retiramos, dejándolo enfriar. Entonces le incorporamos el zumo de una naranja natural y pasamos el producto a un recipiente para el congelador, que permanecerá allí unas tres horas, hasta ser servido.