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El solomillo a la pimienta de Madame Bovary

Esta obra de Flaubert es un retrato antirromántico de una mujer insatisfecha que busca una salida en el adulterio

El solomillo a la pimienta de Madame Bovary.

| Palma |

Era el banquete de una boda campesina en Normandía. Lo explicaba el literato con múltiples detalles: «La mesa había sido instalada bajo el cobertizo de las cocheras. Encima de ésta podían verse solomillos al estilo del país, guisos, carne salteada de pollos, ternera a la cacerola, piernas de carnero y, en medio de todo, lechoncillos asados rodeados de morcillas a la acedera. En los ángulos de la gran tabla destacaban las garrafas de aguardiente, las botellas de sidra espumosa y todos los vasos que habían sido llenados hasta los bordes de vino de la tierra. Comieron desde el mediodía hasta avanzada la tarde. Cuando estaban cansados de su asiento, se iban a pasear por los alrededores, jugaban partidas de cartas dentro de la granja y volvían a la mesa. Ya finalizando las viandas, algunos se quedaban dormidos y dejaban oír sus ronquidos. Sin embargo, el café, los reanimaba y venía la hora de las canciones, los combates de pulso, los levantamientos de pesas…».

Es un fragmento de la novela Madame Bovary (1857), una de las obras maestras de Gustave Flaubert (Rouan,1821-Croisset, 1880), muy dado a la descripción de estas celebraciones pintorescas. Se trata de un excelente retrato antirromántico de una mujer insatisfecha sentimental y socialmente que trata de buscar salida en el adulterio. Este relato, de extrema objetividad, le costó un proceso por ataque a la moral. Pero venció su arte en los análisis y la penetración de las pasiones humanas.

Vayamos ahora a la receta de aquel solomillo a la pimienta que prepararemos del siguiente modo: «Sazonamos un par de filetes de solomillo de ternera con una cucharada de pimienta en grano y sal al gusto, procurando introducir la pimienta en la carne. Luego la ponemos a macerar en medio vaso de coñac durante media hora. A continuación derretimos unos cuarenta gramos de mantequilla en una sartén y freímos los filetes por ambas caras. Los colocamos en una bandeja y los regamos con el coñac de la maceración, flambeando a fuego moderado. Hacemos finalmente una salsa hecha con una cucharada de mantequilla, una cucharadita de harina, un poco de sal y llevándolo a ebullición, vertemos sobre los filetes, esa salsa bien caliente, a la hora de servir».

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