Las paellas –escribía el autor valenciano– mostrábanse con la panza hollinada y las entrañas brillantes como plata, esperando el momento de chillar sobre las llamas; el arroz en sacos: caracoles de montaña en enormes cazuelas orladas de sal, saliendo del agua para mostrar sus movibles cuernos al sol naciente; en un rincón de toda una hornada de rollos o roscas de pan, esparciendo en aquel ambiente de sangre y grasa el perfume fragante del pan caliente y tierno; las especias, a libras…». Era la fiesta campera, los fogones de leña y en la descripción literaria, el acento naturalista, tan propio de Blasco Ibáñez (1867-1928), gran novelista, que nos relata cómo eran las costumbres de la huerta valenciana, en las que retrata y denuncia las condiciones de vida de la gente humilde.
Sus obras, de gran fuerza dramática y riqueza plástica, han sido traducidas a muchos idiomas. Y algunas de ellas han sido llevadas al cine y a la televisión: Arroz y tartana (1894), La barraca (1898), Entre naranjos (1900), Cañas y barro (1902), etc. Tomando de nuevo el texto de Noche de Bodas (1893) leemos: «¿Y los dulces? El tío Sento se había traído toda una confitería de Valencia. En sacos estaban los confites para tirar, las almendras garrapiñadas, los canelados, todos aquellos proyectiles de azúcar y almidón, duros como balas, que habrían de cubrir de chichones las cabezas de la pedigüeña chiquillería»…
Y aquí está la paella como yo la veo: Ponemos la paellera al fuego con aceite y freímos cuatro trozos de medio pollo, cien gramos de lomo y cincuenta de jamón. Luego doramos, todo troceado, un pimiento rojo y un diente de ajo, añadiéndole cuatro gajos de alcachofa previamente escaldados. Seguidamente es el turno de los mariscos, primero un calamar cortado en rodajas, ligeramente hervido, y previamente cocidos para que se abran, media docena de almejas, lo mismo de gambas y otro tanto de mejillones. Después una docena de caracoles limpios. Seguimos con el rehogado de todos estos ingredientes, a la vez que un tomate troceado, una cucharadita de pimentón, unas hebras de azafrán, sal y pimienta. Luego ponemos el doble volumen de agua que de arroz, que incorporamos finalmente a la cocción, que se hace a buen fuego, al principio, y algo rebajado después. Luego de dejarla reposar unos minutos, servimos la paella con unas rodajas de limón.