Annge Mohamed Embarek nació en 1995 en los campamentos de refugiados saharauis de Tindouf, en Argelia. A los 7 años vino por primera vez a Mallorca en verano dentro del programa de vacaciones para niños saharauis. Fue acogida por una familia mallorquina y poco después su madre de acogida se desplazó a los campamentos para preguntar si Annge podía quedarse a estudiar en Mallorca, a lo que su progenitora aceptó. Empezó a estudiar quinto de Primaria y ha estado estudiando hasta ahora. Mientras cursaba Bachillerato de Ciencias se empezó a interesar por la cocina, en especial la pastelería, e hizo grado medio de Cocina y Pastelería para coger base. Trabajó una temporada en el sector, y como estaba decidida a que este era su camino, ha querido seguir estudiando y terminar el grado superior de Dirección de Cocina en el CIFP Juníper Serra. El domingo se proclamó vencedora en el IV Concurso de Escuelas de Cocina Protur Chef.
¿Cómo ha vivido el concurso?
–Ha sido una pasada. Había un nivel muy alto entre mis compañeros. La organización de Protur Chef ha sido increíble, un diez. Nos han tratado muy bien. Ha habido mucho compañerismo entre todos, que en nuestro oficio es primordial, y he aprendido mucho. También me produjo mucha felicidad que de los seis finalistas, cuatro eran mujeres.
¿Había preparado antes el magret a las hierbas mallorquinas y el Maresía?
–Los dos platos los he creado para el concurso. Es verdad que respecto al postre ya tenía la idea un poco antes del concurso, pero los dos fueron propuestas nacidas a base de ensayo y error con el fin de llegar a una idea principal. En el caso del magret, la gratitud a Mallorca, y Maresía ha sido para demostrar que no existen límites de creatividad y que la cocina y la pastelería han de remar en la misma dirección; avanzar a la vez y aprender una de la otra.
¿Se considera una transgresora al meter sabores dulces en la cocina y salados en los postres?
–Totalmente. Creo que es un mundo en el que tenemos que invertir, porque es una pena tener esta pared que separa cocineros de pasteleros. Cuando un cocinero aprende pastelería es mucho más sensible. Un pastelero que no sabe de cocina se limita mucho. Y hoy en día, no solo es saber cocinar. Un cocinero tiene muchos pilares y uno de ellos es la creatividad, y no se consigue si no experimentamos. En mi caso, cuando creaba el plato Maresía, me decían: «¿Por qué anchoa en un postre? Qué raro». Y yo siempre comentaba: «Y ¿por qué no?».
¿Quién le ha influido en su amor por la cocina?
–Recuerdo cuando era pequeña que siempre estaba con mi madre en la cocina, preparando lo básico que tienen allí y que les llega de la ayuda humanitaria. Aun así recuerdo que disfrutaba mucho, incluso mi madre me dejaba cocinar por mi cuenta, sobre todo por la cantidad de tareas que ella tenía. Cuando vine a Mallorca, me sentía como en la película Avatar. La Isla era todo un mundo y disfrutaba muchísimo. Se puede decir que me he criado entre fogones mallorquines. Mi familia mallorquina es de buena cocina, las abuelas y mi madre son unas hachas en la cocina y con ellas he pasado mucho tiempo.
¿Fue más difícil la semifinal que la final porque pudo hacer un postre, que es lo que más le gusta?
–Sin duda. En la semifinal pensaba que estaba todo perdido y que había fracasado. Estaba muy nerviosa. Había momentos que no veía nada, no sabía cuánto tiempo me quedaba ni nada y para mi sorpresa, el jurado estaba encantado. En la final, estaba más tranquila y más segura ya que la pastelería es mi campo.
¿Le ha influido en algo su participación al conocer la decisión del Gobierno español sobre su relación con los saharauis y Marruecos?
–No me gusta la política ni creo en ella. Solo puedo decir que la decisión del Gobierno es un acto de cobardía. Tenemos el apoyo del pueblo y eso vale más que las palabras del Gobierno, que van y vienen.
¿Hace mucho que no va a su tierra?
–Sí, por cuestiones personales no he podido ir en años, pero tengo muchas ganas de ir.
¿Hay algún chef que le haya influido?
–He trabajado con algunos, y de todos he aprendido algo. Le tengo especial respeto a Miguel Navarro (Es Fum) por las oportunidades que me ha brindado.
¿Preferiría tener su propio negocio que trabajar en la cocina junto a un gran chef encargándose de la parte dulce?
–Mi sueño es montar una pastelería pequeña de producto local y dar formación para crear oportunidades a los jóvenes. Pero es algo muy lejano todavía.
¿Qué otras aficiones tiene?
–Tengo muchas, pero sobre todo el deporte al aire libre, yoga. Por supuesto, también viajar.
¿Sus platos preferidos (de cocina y postre)?
–Me gustan muchísimas cosas. Me encanta el frit de matances y me apasiona el sushi. La cocina asiática es increíble y tiene mucho que aportarnos. Y en cuanto al dulce, igual. Me gusta casi todo, pero mis debilidades son el maracuyá y el chocolate con sal marina.