Según la RAE, un artesano es toda persona que «ejercita un arte u oficio meramente mecánico», quien realiza trabajos manuales y es un maestro de un taller. Un artesano tiene que conocer el producto como nadie y crearlo de tal manera como si el maestro fuera a la vez el futuro comprador.
El Artesano está en Palma, un humilde local situado en el barrio de Pere Garau. Detrás de este negocio está Werner Benisowitsch, un hombre de origen suizo que, a sus casi 76 años, se ha convertido en el emprendedor más mayor de la Federación de la Pequeña y Mediana Empresa de Mallorca (Pimem).
Su destreza con los dulces, sobre todo propios de Suiza, le ha llevado a hacer realidad su sueño: montar una empresa de postres y chocolate. Inauguró la tienda hace una semana exacta.
–Qué valiente que a su edad abra un negocio. ¿No tiene miedo?
–«Mi abuelo me decía que nunca hay que perder la ilusión. Él trabajó hasta que falleció, independientemente de la edad. Me dijo que si uno la pierde, mejor que vaya preparando la tumba», contesta mientras suelta una carcajada.
Correcaminos
La vida de Werner Benisowitsch ha estado marcada por los viajes. Pasó unos años trabajando en la suiza alemana y otros en la suiza francesa. En este último sitio ya comenzaba a mantener contacto con la repostería. «Mi especialidad siempre ha sido hacer helados caseros», reconoce.
El primer contacto con Mallorca llegaría en 1996, tras unos años saltando por diferentes partes de España. Aunque fue breve, ya que luego dedicó sus últimos años de trabajo, antes de la jubilación, en un archivo de investigación y en el sector farmacéutico en Basilea (Suiza), ya se emplazó definitivamente en Palma en 2006 con su mujer y su hijo menor. Regentó un año una cafetería. Tras esa breve experiencia, la vida le ha puesto otro reto: elaborar las mejores trufas suiza-mallorquinas y además, «que sea un producto acorde a la calidad del producto», dice.