Entre el jueves y viernes de esta semana se va a dar uno de los fenómenos más importantes en lo que compete al ciclo de las estaciones: el solsticio de junio, más comúnmente llamado como el solsticio de verano. Y es que este evento marca el paso de la primavera a la época estival, la cual se dará en la madrugada de este 21 de junio. De todas maneras, el solsticio de verano no marca tan solo el cambio de una estación, sino que también tiene otras implicaciones tanto ambientales como culturales que lo convierten en una jornada verdaderamente significativa en el calendario.
El 20 de julio, el día más largo del año
El solsticio de verano marca el inicio del día más largo del año, esto es, la jornada que tiene más horas de luz solar de todo el año, lo cual se traduce en la noche más corta del año en término de tiempo de oscuridad. En concreto, el 20 de junio tendrá aproximadamente 15 horas de luz y 9 de oscuridad, justo al contrario que el 22 de diciembre durante el solsticio de invierno, en el que hay 9 horas de sol y 15 de oscuridad. Sin embargo, cabe resaltar que, al contrario de lo que muchas personas pueden llegar a pensar, un día más largo no implica necesariamente un aumento del calor, puesto que la llegada de las altas temperaturas es gradual y un día con más horas de sol no hace que suban los termómetros de golpe
Celebraciones y fiestas estivales
En muchos países y culturas la venida del solsticio de verano también es una época para celebrar, conmemorar o simplemente observar el sol en su máximo esplendor. Es el caso, por ejemplo, de Noruega, la cual celebran las llamadas «noches luminosas» (es decir, jornadas nocturnas en que el sol no se pone y, por tanto, hay luz) encendiendo hogueras y bailando y celebrando bajo la luz del sol nocturno.
De hecho, tampoco hace falta irse a celebraciones recientes. Expertos arqueólogos e historiadores han descubierto que civilizaciones como la egipcia eran conscientes de este fenómeno astronómico, pues construyeron las dos pirámides más cercanas a la famosa esfinge de Guiza en una posición tal que se pueda ver el sol ubicado exactamente entre las dos construcciones durante el solsticio si se observa desde lo alto de la esfinge.
Por otro lado, la civilización maya consideraba el solsticio de verano como un momento marcado para observar el sol, el cual consideraban su dios, desde sus complejas y avanzadas herramientas astronómicas. De hecho, arqueólogos descubrieron recientemente un centro astronómico maya en Guatemala cuyos edificios estaban diseñados para que se alinearan con el sol durante el solsticio de verano. De esta manera, podían observar el astro rey brillando más que nunca en una posición privilegiada.
Así, la historia enseña como el solsticio de verano, más allá de su significado astronómico, se trata de una jornada que ha marcado a su manera la historia de la humanidad y que, aún hoy en día, sigue siendo una fecha esperada para todos aquellos que esperan el verano y todas las horas de sol y calor que tiene para ofrecer.