Julia Fisher-Bernard tiene luz en el gesto, en el rictus de la sonrisa, en el porte. Conocida por el gran público por sus diseños personalizados de lámparas, es traductora y experta en gestión de seguros, además de propietaria de Senseless, una interesante galería de arte ubicada en Sencelles.
«Al principio, las gentes del pueblo se creían que no sabía escribir bien el nombre del lugar, pero significa ‘sin sentido'. El arte es diferente a la decoración, que puede ser pragmática, funcional. El sentido del arte es transportarnos a un mundo simbólico, a nuestros sueños, a sentimientos escondidos, y se siente en la piel».
Arte es también lo que hizo Julia cuando compró su casa. Contempló durante días el entorno, se arropó en el espacio y comenzó a derribar muros para conseguir dos aperturas que dejó con los bordes desiguales, tal como quedó tras martillear. «Pasé días y noches intentando saber lo que me transmitía este espacio. Yo también me dedico a la decoración de interiores y las casas son las que me piden reformas, un plano no sugiere nada. En el piso de abajo hice una sola apertura y en invierno entra el sol en todo el espacio; en verano, con el sol más alto, no se cuela el calor. Es hermoso jugar con lo que te ofrece la naturaleza».
De padre pintor y madre diseñadora y escaparatista, Julia aprendió a caminar las rutas del arte. Asegura que el aspecto artístico ha ido por los mismos derroteros que su trabajo como ‘constructora de puentes'. Fue en la agencia de seguros donde consideró que debía redecorar el espacio, y lo hizo con sus propias manos. Los cuadros y la iluminación creada llamó la atención de la propietaria de una galería de arte que vio en ella un gran potencial creativo.
En su casa el arte se hace evidente en cada rincón. La magia atrapa la puesta en escena de espacios interiores y exteriores y evidencia su sentido de la estética. «En el jardín había una ducha funcional que convertí en un estanque diminuto, una fuente donde los amigos lanzan monedas y piden un deseo». Cerca del granado, calas y rosales, ha creado una zona chill out donde se rodea de buenas vibraciones y comparte momentos de ocio.
En la calle principal de Sencelles se oye el trinar de los pájaros cuando desayuna en este ambiente creado con materiales nobles. Al entrar en la casa, de nuevo, deslumbra la luminosidad del blanco de los muros y llama la atención el suelo, una especie de tablero de damas en blanco y negro que ella mismo ha pintado. Sobre los cuadrados de colores alternos, se ubica obra contemporánea y lámparas de medusas de la que es creadora. En el salón, el cuadro lumínico tridimensional se tutea con una de sus lámparas y el mobiliario, en blanco y negro, combina con un antiguo sillón. «Quiero unir pasado y presente, porque sin nuestro pasado no estaríamos aquí. Dejo que las energías fluyan entre épocas».
En recovecos de la casa, Julia ha ubicado baños o biblioteca, desafiando las pautas clásicas de la distribución y de objetos funcionales. «Siempre me ha cautivado dar a un objeto otra función que la de su destino inicial, conferir a un material corriente una nueva dimensión, hacer de algo cotidiano algo especial. Me fascina trabajar con papel y configurar creaciones únicas de luz que ponen en escena un espacio».
Luz, dimensiones y movimiento, tres claves de sus puestas en escena para ‘construir puentes' entre las gentes que forman parte de su vida, de su decorado.