Desde el luengo pasillo del rellano se oye su voz de trueno. Un metro noventa centímetros albergan esa voz grave de locutor de radio de los de antes, cuando utilizaban sus voces para comunicar y encandilar al oyente. Es la voz de Antoni Cañellas: «Todo lo que verás en esta casa forma parte de mis aficiones, inquietudes y gustos personales, de mi forma de ser».
Cañellas es médico cirujano, especialista en Traumatología y Cirugía Ortopédica, y académico numerario y secretario general de la Reial Acadèmia de Medicina de Balears. El vestíbulo donde nos recibe se divide en dos zonas, la de recibir propiamente y otra presidida por un escritorio provenzal, de nogal.
En uno de sus cajones hay una nota acreditativa: Época: dominación francesa en Menorca, siglo XVIII. A la derecha, una diáfana librería con estantes de cristal acoge la tesis de Cañellas La Rótula Humana y varios estantes dedicados a Mateu Orfila, con obra y manuscritos originales, y un antiguo frasco de digitalina donde se recuerda que dio nombre a un premio.
En la pared, la roca de Riera Ferrari pone color y lucen grabados de Hobemberg, de 1573, que compró a un bouquiniste a orillas del Sena. A Rosa, su esposa, la vemos a contraluz en su habitación. La rotaria, economista en el ramo sanitario y actualmente en el inmobiliario, sonríe mientras nos dirigimos al salón, «podría dar una conferencia sobre el tema». Se refiere a las lucernas griegas que hemos visto en una vitrina de la habitación y a cerámicas de la Magna Grecia, como los lekythos de Apulia, cráteras de volutas y lebes gamikos o vasos nupciales, datados del s. IV a.C., del salón.
A su vera, un canterano antiguo sobre el que se posan candeleros Art Decó y licoreras. «Si Toni y yo nos perdemos, que nos busquen en un anticuario». Rosa pone color a la casa con obras de Onofre Prohens, Kristian Krecovic o J.L. Mesas, y telas de Gastón y Daniela que tapizan mesa y sofás de salón y comedor con muebles heredados por su marido. El padre de Rosa fue jefe del departamento de Medicina Interna de Vall d'Ebrón «y compartía profesión y gustos con Antonio. Nos regaló cerámicas de Alcora o azulejos de Manises, del s. XVII, que tenemos en la cocina». Es allí donde hablamos, tomando café y bombones sobre una fabulosa mesa de la zona de reunión.
Amor por el arte clásico
En agradable tertulia cuenta el traumatólogo que la experiencia que influyó notablemente en su vida fue su visita a Itálica, a los 15 años de edad. «Me impactó y me enamoré del arte clásico». De ahí sus viajes para recorrer anticuarios y adquirir piezas de arte romano o griego. «También viajamos para bucear y recoger tesoros del mar con sensatez».
Menorca, lugar donde han vivido durante 30 años, está muy presente en su casa. Caracolas de todos los tamaños se ubican en todas las estancias. Desde hace 8 años, Cañellas está en su casa, en Mallorca. Cada tarde, la puesta de sol sobre el Castillo de Bellver asoma por su ventana.