En el mundo de la decoración se alcanza la cumbre cuando se domina el difícil arte de la mezcla de estilos, de texturas, de muebles, de épocas, de colores... cuando nos decantamos por la monotonía y la homogeneidad –un ejercicio más sencillo, más al alcance de cualquiera– los espacios corren el riesgo de quedarse planos, correctos, bien decorados, pero sin personalidad, sin brillo, sin pasión.
La energía vibrante de la mezcla es un arte difícil que no todos los decoradores profesionales logran dominar, mucho menos los aficionados. Hoy vamos a seguir los pasos de una de las maestras más reconocidas de esta disciplina: la milanesa Chichi Meroni, una mujer multitarea –es diseñadora de moda, decoradora, empresaria– que se ha especializado últimamente en crear ambientes en los que domina el muy de moda midcentury –basado en la decoración de los años cincuenta del siglo pasado– con un aderezo decididamente oriental, en forma de muebles, obras de arte o complementos que proceden de China, Japón y otras culturas asiáticas.
La combinación no es apta para pusilánimes. Hay que ser atrevido, valiente y amante del color, la modernidad y el afán por romper moldes para decidirse por una decoración de este tipo. Y hay que tener la maestría de esta gran dama del diseño, que a pesar de todo, asegura: «No es talento, todo es trabajo». Las rotundas notas de color salpican paredes, alfombras, cojines y algunas piezas pequeñas. Lo oriental se apodera de las obras de arte, de algunos textiles, de muebles auxiliares y del papel de la pared. El protagonismo lo toman los muebles grandes, de calidad y diseño, y las lámparas, que nos llegan del pasado.