En sa Pobla no sólo se cultivan patatas, aunque sea la práctica más extendida. Los hermanos Gost; Biel y Antoni, hace años que aparcaron el cultivo del tradicional tubérculo para dedicarse exclusivamente a la naranja. Tanto es así que en la actualidad disponen de 11 hectáreas que contienen 5.500 naranjos. La familia Gost se dedicó durante generaciones a la agricultura en general, especialmente patata y alcachofa, pero al fallecer el patriarca, Biel y Antoni decidieron dedicarse exclusivamente a la naranja. «No se puede abarcar todo y mi padre ya había destinado muchos esfuerzos a la naranja así que seguimos con ello», explica Biel.
Lo cierto es que su padre «ya sembró muchos naranjos, pero tenemos una parcela importante con árboles de más de 150 años, que sembraron mis bisabuelos, y en las que encontramos variedades tradicionales como la washintona, las de la sang o las imperiales», pormenoriza el payés. Las tres fincas que completan las 11 hectáreas están repartidas en tres municipios. La principal está en sa Pobla y se conoce como es molins d'aigua. La segunda es la de Vinromà, en Muro; y la tercera es la de Son Figuerola, en Llubí.
En la actualidad se encuentran inmersos en la campaña de verano. «Nosotros sembramos una gran cantidad de árboles de la variedad Valencia Late que nos permite alargar la temporada hasta septiembre pues en los meses de verano es cuando más demanda existe merced al turismo». Lo cierto es que la naranja es un cultivo que fructifica en invierno, pero se da la paradoja que es en verano cuando más demanda tiene. Esta circunstancia acarrea algunos problemas como es el de tener que efectuar constantes tratamientos para evitar la proliferación de la mosca mediterránea de la fruta (Ceratitis capitata). Este insecto produce un grave daño por el efecto de la picadura de la hembra sobre el fruto, para realizar la ovoposición, que es una vía de entrada de hongos y bacterias que descomponen la pulpa; y a las galerías generadas por las larvas durante su alimentación.
Todo esto produce una maduración precoz y caída del fruto, y la consiguiente pérdida de cosecha.
Antoni explica que «para poder ofrecer un producto de calidad nos vemos obligados a un dispendio cercano a los 500 euros semanales en productos autorizados para combatir la mosca. Cada miércoles, si no hay fuerza mayor, mi trabajo es el de sulfatar los naranjos; todas las semanas». Biel abunda en que «además de los elevados costes que soportamos, tenemos una feroz competencia de naranja extranjera que no está sometida a la misma normativa en cuanto a productos para sulfatar.
Se trata de naranja que llega de Sudáfrica o Egipto que no compite en igualdad de condiciones; allí no tienen control y usan productos muy baratos que aquí están prohibidos». Según Biel, «esta naranja llega de Sudáfrica a Holanda y desde Holanda a España. Es increíble, pero nosotros, un país exportador importamos naranja». Otro problema con que se encuentran los dos hermanos es el la mano de obra. «No encuentras gente ni pagando y todo ello repercute en el coste del producto», dice Antoni. Los dos hermanos poblers cultivan las variedades: navelina, navelate, newhall y clementina.