Jaume Riutort se dedica a la cría, engorde y venta del caracol, especialmente de la variedad bover. Lo hace desde su finca en Muro, ubicada en la zona de Vinromà. Acumula ya una amplia experiencia en esta actividad, que arrancó en 2009 con su empresa, Caragolers de Muro.
A pesar de ser un producto de consumo tradicionalmente limitado a las temporadas de primavera y otoño, en las que el caracol está presente en los campos de forma natural, la popularidad del producto ha hecho que «se consuma también durante el verano y el invierno», afirma. «Las granjas han permitido esta extensión a todo el año».
Destaca que la cría del caracol «es muy complicada. Lo más difícil es lograr que estén lo suficientemente avanzados en su crecimiento cuando llega el verano, ya que esa época es crítica para ellos». Está solo al frente de la granja. Su jornada laboral comienza habitualmente con la gestión y organización de los encargos de sus clientes. Después se dedica a cocer los caracoles que se venden ya cocinados. Estos se aderezan con las típicas hierbas, que también vende en los mercados de Inca y Manacor, a los que acude cada semana. La venta de los caracoles ya preparados es un nuevo nicho de mercado: «La gente de los pueblos sigue prefiriendo cocinarlos ellos mismos, pero la gente joven prefiere la facilidad de comprarlos listos para consumir. Si se tiene una gran comida, una caragolada grande de muchos kilos, los preparas en casa, pero si solo necesitas una cantidad pequeña, a veces no merece la pena y entonces comprarlos ya cocinados es una buena opción».
Por la tarde se cuida de la granja, se alimenta a los caracoles, se les riega, se recogen los que ya están listos, etc. Entre estas tareas es crítica la limpieza: «es muy importante quitar los ejemplares muertos o la comida sobrante, que son un foto de infección. Necesitan mucha humedad y con el calor surgen las bacterias, por eso la limpieza es fundamental» asegura. Esos factores peligrosos, la humedad y el calor, se han vuelto especialmente críticos en el contexto del cambio climático. «Se nota muchísimo. El verano antes eran tres meses, ahora es casi medio año, sin lluvia. El caracol en la naturaleza no está preparado para estar tantos meses sin salir y sin comer, y entonces surgen los problemas», se lamenta. «A estos factores se une el declive del campo mallorquín. Cada vez hay menos pagesos, las fincas no se mantienen y no están limpias. En general se fumiga muchísimo y esto es letal para el caracol, que es un animal muy delicado».
Otro problema influye también, el de la recolección excesiva: «Antes se cogían caracoles para consumo propio, en cantidades normales. Ahora, con todas las dificultades económicas, hay personas que tienen que cogerlos para venderlos y lo hacen en cantidades mucho más grandes». En este escenario no puede evitar una conclusión demoledora: «El caracol en Mallorca tiene los días contados».