Una de plagas de las últimas décadas que ha matado a miles de árboles de la familia de las rosáceas –almendros, melocotoneros, cerezos, albaricoqueros y ciruelos, principalmente–, es el gusano cabezudo o escarabató (Capnodis tenebrionis). Su detección en la Isla fue en pleno esplendor del albaricoque, en la década de 1960. Después de atacar a decenas de albaricoqueros, afectó también a los almendros y al resto de árboles mencionados.
El técnico agrícola de Apaema, Miquel Serra, explica que este escarabajo cuando es adulto –desde abril hasta octubre– está en el aire y se va comiendo las hojas de los árboles. Posteriormente, principalmente en primavera, es cuando pone los huevos muy cerca de las raíces y de ahí sale una larva muy pequeña que ya tiene la cabeza deformada (bonyarruda). Esta larva se mete dentro de las raíces y vive allí durante dos años, alimentándose de las raíces, tras lo cual ya sale adulto.
Serra explica cuáles son los síntomas que detectamos en un árbol afectado: «Cuando ves que pierde las hojas, que hace mucha goma, que no crece, como si tuviera una gripe fuerte», incide. Si sólo hubiera una larva y el árbol estuviera bien cuidado lo puede superar, aunque no suele pasar y la mayoría mueren.
El problema es que no hay maneras para combatirlo. «Esta es la gran dificultad con este insecto, porque los adultos tienen una movilidad muy alta, vuelan mucho y hacer un tratamiento a las plantaciones no tiene sentido. Además, para las larvas, en el suelo, no hay ningún producto fitosanitario autorizado, ni en ecológico ni convencional, que se pueda utilizar. Pero las larvas tienen una serie de enemigos en la tierra que son hongos y nematodos que las afectan en condiciones de tierras húmedas. Así, en las plantaciones que se riegan bien este insecto no es ningún problema; en cambio, sí que lo es para las que son de secano o se riegan poco. Para éstas «el peligro es constante», explica Serra. Para los cultivos a la seca «es muy importante tener la tierra muy cultivada, que haya conservado bien toda la humedad que ha caído en invierno, que los árboles estén muy sanos y fertilizados; es una cuestión de sanidad general», comenta.
El gusano cabezudo es un problema que de cada día se agrava más porque se encuentra muy a gusto en condiciones de calor y de sequía, o sea, como más se acentúe el problema del calentamiento global, sobre todo en las áreas del Mediterráneo, pues más fuerza cogerá este insecto.
Miquel Serra avisa que es muy importante que todas las personas que les gusta el fora vila los identifiquen y los intenten capturar y matar. «Siempre suelen estar agarrados a las ramas altas y es fácil saber si el árbol está afectado porque las hojas mordidas caen y solo queda el peciolo».