A muchos de los miles de usuarios que cada día pasan por la vía de cintura les habrá llamado la atención un asentamiento que salta a la vista. Cerca del polígono de Can Valero, en sentido Andratx, a pocos metros del asfalto y sobre un espacio elevado emergen varias tiendas de campaña y, especialmente, una enorme ristra de basura y residuos que no pasan desapercibidos.
Tras un largo paseo entre maleza, se consigue acceder a ese enclave, donde ropa tendida en la verja que separa unos terrenos de campo de la zona pública de carretera delata la presencia de personas que allí residen. La imagen se convierte en preocupante al atravesar el vallado: ingentes cantidades de desperdicios, colchones, ropa, alguna bicicleta, cajas, plásticos... resulta interminable la lista de objetos que allí se amontonan, aunque algunos han sido recogidos y guardados en apenas tres bolsas que resultan insuficientes.

«Vinieron y nos dejaron estas bolsas, pero ya ves de qué nos sirven...», explica Raquel. Esta joven se ha visto obligada a instalarse allí, en una de las tres tiendas de campaña que se levantan en pocos metros. En una vive un joven, al parecer de nacionalidad rumana, que se dedica a recoger enseres y chatarra, por lo que cuenta ella.
Su historia es una de más de las decenas o centenares que uno puede encontrarse en estos escenarios. Se quedó sin trabajo, sin casa, y ahora busca «un lugar seguro para vivir. Aquí no se puede seguir», dice. Asegura que tiene una entrevista para alquilar una habitación, «pero me piden 850 euros y he tenido que dejar 50 de fianza, que no recuperaré, ya verás», prosigue.
Compañía
Junto a ella, un pequeño gorro de lana esconde un valioso tesoro. Un gato recién nacido, al que encontró oyendo sus tímidos maullidos entre la basura y al que cuida con mimo, como si fuera su hijo. «Le doy leche con una jeringuilla y calor para que esté bien. Intentaré llevarlo a un veterinario cerca de la cárcel vieja, me da mucha pena. Pero ahora mismo es mi única compañía», relata Raquel, quien lamenta la falta de atención de los servicios sociales. «Vienen por aquí, por allá, pero no pueden hacer más que darte algo de comer. Y la asistenta, no me ha dado una solución», lamenta.
Este asentamiento de sintecho es uno más de los muchos que se extienden en las proximidades de la vía de cintura, convertida en eje de una larga lista de poblados de barracas, chabolas o tiendas de campaña que se expanden en lugares de difícil acceso en buena parte, aunque muchas veces a la vista de conductores, peatones o usuarios de clubes deportivos o trabajadores de los polígonos industriales.
Vamos Raquel..que de todo se puede salir...ánimo...y ya de paso hágale un donativo al pobre que le toque recoger semejante estercolero! Menudo bajunerio!