El arroz es, en números globales, el cereal más consumido del mundo. Mallorca ha tenido una tradición arrocera desde tiempo inmemorial con especial ligazón a la zona de s'Albufera, y en particular a los municipios de sa Pobla y Muro. Sus elevadas necesidades hídricas hacen que esa zona sea la ideal para su cultivo; y al respecto cabe destacar que antaño, precisamente por ello, se sembraba en las acequias de la zona lacustre.
La producción se concentra hoy en terrenos de sa Marjal y es regado profusamente mediante sistemas de riego por aspersión controlada. Apenas quedan una docena de payeses en sa Pobla que cultivan, en mayor o menor medida, este importante cereal. Uno de ellos es Juan Socias Bennàssar, Campets. Este productor siembra cada año unas cuatro quarterades de la variedad bombeta, la más apreciada en los contornos, con una producción aproximada de ocho toneladas anuales. La variedad bombeta tiene la particularidad de que su grano es muy resistente y no se deshace ni se pasa fácilmente en la cocción. «Es el tipo de arroz que cultivaban nuestros abuelos y da muy buenos resultados. Y si una cosa funciona bien no hay que cambiarla», sostiene el agricultor. Él lleva 20 años cultivándolo.
Este año está siendo muy particular por lo que se refiere a la cosecha. Socias cuenta que «normalmente se siega en octubre, pero este año ha sido tan caluroso que algunas parcelas más tempranas ya han sido cosechadas y el grano ya esta seco y listo para ser pelado». Aún así «no será un año de producción excepcional; viene bien y sano, pero tampoco en una cantidad fuera de lo normal», especifica Socias.
El arroz no es un cultivo que precise mayores tratamientos fitosanitarios o de abonado que otro cereal cualquiera, aunque sí requiere abundante agua; cada día recibe entre una hora y hora y media de riego. «Lo encarece mucho el coste de la energía para extraer el agua y regar; y también que es de crecimiento lento. Para que se desarrolle y esté a punto de recoger deben pasar seis meses», informa Socias. El grano «debe extenderse en un lugar oreado tras ser recogido. Cada dos horas se remueve para que pierda el exceso de humedad y se pueda conservar bien todo el año. -Prosigue el cultivador-.
Tras el secado se debe pelar. Nosotros usamos una máquina que adquirimos en Italia que puede procesar 600 kilos por hora. En el secado y pelado pierde aproximadamente el 30 por ciento de su peso. Pelamos el arroz hasta que queda un poco blanco, evitando pulirlo tanto como para que pierda todo el almidón», finaliza.
Es evidente que tantos procesos, unidos a la alta calidad culinaria de la variedad mallorquina, redundan en el precio. Así Campets reconoce que «se vende entre 3,5 y 4 euros el kilo». Él lo comercializa todo mediante la venta directa a particulares y a granel.
El payés cuenta además una curiosa anécdota referida al arroz: «La paja es muy dura, puro sílice, por lo que no tiene aplicaciones ganaderas. Sin embargo, hace unos años vino un joven que me la pidió para construir una casa. Yo pensaba que se burlaba de mí, pero no. Trajo una empacadora y elaboraron gruesas balas con las que construyeron los muros, enlucidos con cemento y soportados por un armazón interno de varillas de acero. Él decía que es ideal para edificar una casa altamente eficiente en el ahorro de energía calórica».