En las últimas tres décadas se pueden contar a cientos los albaricoqueros que han muerto a causa de las plagas y enfermedades que les han afectado. Con motivo de la feria del albaricoque de Porreres, el técnico de la Associació de Productors Ecològics de Mallorca (APAEMA), Miquel Serra, ha disertado sobre el estado sanitario del albaricoque de Porreres, localidad por excelencia de este fruto y donde muchos de los ejemplares han ido muriendo, mermando la producción considerablemente, y motivando que se tengan que buscar nuevas variedades a plantar o bien hacer nuevas plantaciones teniendo en cuenta las plagas y enfermedades.
Miquel Serra habló de toda una serie de ellas, como el poriol allargat o el dormidor, que ataca a las hojas; un hongo, monilia (Monilia spp), que seca las puntas de los árboles y que hace que deje de tener crecimiento, o la conocida mosca del mediterráneo (Ceratitis capitata) que pica el fruto, también de otros frutales. Pero nos centraremos en los más letales. Serra, destaca el gusano cabezudo (Capnodis tenebrionis). «Se trata de un escarabajo que pone los huevos al lado de las raíces. De aquí nacen unas larvas que se van hacia las raíces dañando mucho el sistema radicular, tanto que incluso puede terminar matando el árbol en un plazo de dos o tres años», explica Serra. Este gusano es uno de los que más limitaciones pone a este cultivo.
Recordemos que el máximo esplendor de los sequers de albaricoques de Porreres fue entre los años 1965 y 1970 –cuando más toneladas de albaricoques se recogieron–, pero después ya cayó en picado por la llegada de este escarabajo que ha ido matando multitud de árboles a la seca que había en la zona de Porreres, Montuïri y Campos. Según Serra, «no tiene solución, no hay tratamiento posible, lo más importante es tener los árboles muy bien cuidados». También afecta a otros frutales de hueso como el ciruelo o el melocotón.
Además de plagas y enfermedades, con el cambio climático van surgiendo otros problemas en los cultivos. De cada vez los inviernos son menos fríos y el albaricoquero necesita acumular una serie de horas por debajo de los siete grados, para después florecer y fructificar bien. Como ya llevamos unos años que los inviernos no son tan fríos, pues la campaña del albaricoque es más reducida porque los árboles tiran la flor. Esta nueva incidencia climática tampoco tiene remedio. La solución es intentar encontrar nuevas variedades que sean menos exigentes en horas de frío, las autóctonas galta roja o canino necesitan acumular muchas horas. El cerezo, por ejemplo, tiene el mismo problema.