El viticultor Carlos Novell Galmés trabaja en los viñedos de las Bodegas Macià Batle. Todo el año es un periodo de trabajo para él, que desempeña allí labores propias de cada temporada, como pueden ser la poda en invierno, la esporga en primavera o la vendimia a finales del verano.
La viña necesita de dedicación todos los meses del año y bajo todas las condiciones climáticas. El campo es un trabajo duro del que Carlos es muy consciente: «Dedicarme al campo fue una opción personal muy meditada. Me decidí hace unos diez años» afirma. «Siempre me ha gustado el campo y trabajar al aire libre y por eso en la agricultura encontré una ocupación y un estilo de vida que me satisfacen plenamente», añade.
Su relación con el campo comenzó por verdadera pasión. «Buscaba un modo de vida que me llenara y lo encontré aquí, en la tierra». Comenzó realizando pequeños trabajos y poco a poco su implicación fue aumentando hasta que se encontró dedicándose al mundo del vino en estas bodegas de Santa Maria a tiempo completo.
Ahora disfruta especialmente realizando trabajos con el tractor. Estos son necesarios para mantener una explotación agrícola en optimas condiciones. La jornada de trabajo suele comenzar a las 8 de la mañana durante los meses de invierno y a las 7 en los más cálidos. La actividad dura hasta que se pone el sol, aunque sin renunciar, como cuenta, a un «buen berenar». Ese es el momento de compartir con los compañeros tanto comida como impresiones sobre el trabajo.
En ese sentido su opinión sobre el papel del payés en el mundo moderno es muy clara, afirmando que su figura es clave para mantener el patrimonio cultural y ayudar a conservar el medio ambiente.
«Vivimos directamente el cambio climático y por ello somos muy sensibles y respetuosos con la naturaleza» sostiene, al tiempo que añade que quiere «legar a nuestros hijos un medio ambiente mejor que el que hemos recibido».
En cuanto a las dificultades del mundo rural en la sociedad actual, se expresa en términos muy emotivos cuando describe su relación con la tierra: «Con ella se crea un vínculo sentimental muy especial. Es difícil de entender para quien no lo ha vivido, pero sientes la tierra como algo propio y sufres con ella cuando se localiza alguna plaga o disfrutas cuando las plantas crecen y las uvas maduran». Respecto al importante crecimiento del mundo del vino en las últimas décadas, dice sentirse satisfecho y orgulloso de pertenecer a este colectivo. No se deja de comparar con otras profesiones y circunstancias, que le permiten afirmar que se siente un privilegiado por trabajar en ese sector tan importante en el campo mallorquín. La pasión por el trabajo es su principal estímulo, pero también valora la relación con las demás personas y el buen trato que recibe en todo momento.