Al esquilar las ovejas, la mayoría de ganaderos no saben qué hacer con la lana. Antaño era rentable, pero en las últimas décadas se ha convertido en un auténtico problema. «No nos pagan nada, casi tenemos que pagar nosotros para que se la lleven», comentan los payeses durante la época de tondre.
Gemma Salvador, ambientóloga, y Eugenia Marcote, artesana de la lana, han emprendido el proyecto Llanatura para que la lana de oveja deje de ser un residuo y sea un nutriente para el medio rural. Desarrollar la iniciativa no está siendo un camino fácil.
Anualmente en Mallorca se recogen 250 toneladas de lana. Casi toda se exporta a países como China o Marruecos, donde hay menor regulación ambiental y laboral. «Si la lana se procesa aquí, artesanalmente, su valor añadido puede revertir directamente al payés», explica Gemma Salvador. Por ello desarrollan un proyecto desde lo local generando impacto positivo. «Queremos hacer un molino de lana incrementando hasta 30 veces el valor actual de la lana en el mercado», explica.
Han mantenido contacto con ganaderos, cooperativas agroalimentarias y administraciones públicas que ven con buenos ojos la iniciativa. Pero el hecho de que la lana sea considerada un residuo por normativa europea y no un recurso, dificulta mucho la plasmación de su proyecto. «Lavar la lana no se considera una actividad complementaria al sector primario y no podemos solicitar ayudas destinadas a este sector», explican.
Este emprendimiento ‘slow' tardará más tiempo en ser rentable, porque vela por otro tipo de rentabilidad. Interioriza desde el minuto cero los costes ambientales y sociales del ciclo productivo de la lana. Para poner en marcha el molino de lana están preparando una campaña de micromecenazgo (crowdfunding) para dar a conocer el proyecto, recaudar fondos y activarlo. Además, buscan un local de unos 80 m2 por la zona de es Raiguer dónde ubicar el molino. Piden colaboración ciutadana para encontrar un espacio así.
«Revalorizar la lana de las razas autóctonas permite recuperar su valor productivo. Y que este valor se revierta, sin intermediarios, al sector ganadero que cuida de nuestras ovejas y de nuestro paisaje, contribuyendo a mantener las pequeñas economías ganaderas y nuestro patrimonio e identidad», explica Eugenia Marcote.
Gemma y Eugenia toman de modelo cómo se desarrolla el procesamiento artesanal de la lana en otros países de Europa, optimizando la transformación con mínimo impacto ambiental y con condiciones laborales dignas. Para que el molino sea una realidad, precisan de aliados, gente que comparta su visión. «Tan sólo desde la cooperación podremos superar el desafío ambiental y social de la lana e impulsar la bioeconomía frente a la emergencia climática de Baleares», explican. La lana tiene múltiples usos. Ellas apuestan por comercializar un embalaje de lana de oveja para reducir el plástico del eCommerce que, con la actual pandemia, se ha disparado.