Miquel Borràs Massanet (Sóller, 1964) ve en la actual situación socioeconómica –totalmente nueva en muchos aspectos– una «oportunidad» para regresar a los valores de la vida sencilla y para recuperar y poner en práctica los conocimientos antiguos sobre el campo, el mundo agrario y sus interacciones con el entorno natural. A lo largo de su vida Miquel Borràs ha dirigido una empresa de pintura y también ha armado y capitaneado un barco de charters marítimos de pesca y navegación.
Pero ahora ha querido poner en práctica algo que desde siempre le había interesado: la agricultura ecológica pero que, según sus propias palabras «no pasaba de ser un entretenimiento». Asegura que «aprender las técnicas de producción antiguas, sin poder usar pesticidas es un auténtico reto. Antiguamente no existían los aditivos y solamente había que utilizar los mecanismos naturales para combatir las plagas. Esto hoy en día es muy difícil pero es posible y el resultado compensa el esfuerzo». Por otra parte se alegra mucho de haber dado el paso por motivos personales ya que «mi abuelo y mi abuela cultivaban así y llevaban cada día sus productos directamente al mercado, algo que ahora me satisface poder hacer yo mismo».
En la finca familiar de sa Vinyassa situada en una de las zonas más fértiles del Valle, explota un huerto dedicado especialmente a la hortaliza, con variedades resistentes y tradicionales: tomates, legumbres, coles de diferentes tipos, pimientos y un largo etcétera de productos cada vez más demandados por el mercado, aunque según su criterio «todavía no suficientemente valorados, en general, por el consumidor local que lo considera caro». Pero recuerda que «si se tuviera en cuenta lo que cuesta un jornal de trabajo en el campo quizás un kilo de tomates ecológicos debería venderse a 5 euros, sin embargo si pides por él 2,50 euros tadavía hay muchos que lo consideran un precio demasiado elevado, cuando estamos pagando tres euros por aparcar el coche durante unas horas en la vía pública».
El huerto autorizado desde hace un año por el Consell Balear Regulador de Producció Agrària Ecològica (CBRPAE) «tras mucho papeleo y dos años de espera» está situado a escasos metros de la Cooperativa Sant Bartomeu, entidad que adquiere buena parte de su producción. Según Borràs «se trata de producto estrictamente kilómetro cero ya que viaja del huerto a la cooperativa, situada a menos de 500 metros, en carretilla de mano».
En Sóller existen varias fincas de producción ecológica pero a Miquel «no le consta que en estos momentos haya ninguna que se dedique activamente a la producción de hortaliza». Para él «lo que está pasando con la pandemia supondrá un cambio de modelo económico, que de hecho ya está aquí y los que siempre hemos pensado que en la tradición del campo estaba la forma correcta de actuar ahora tenemos la oportunidad de ponerlo en práctica».