Sabe dar vida a la historia. Y habla de las cosas que acontecieron en el Medioevo como si fuera aquello que vio el otro día al cruzar la calle. Gabriel Ensenyat (Andratx, 1961) se licenció en historia (UIB, 1984) y se doctoró (UIB, 1990) con la tesis La integració de la Corona de Mallorca a la Corona d'Aragó (1343-1349). Participa en las conferencias en torno a Jaume II que se han programado con motivo del setecientos aniversario de su muerte.
Le pregunto si la expresión adecuada es la de "Regne de Mallorca" o "Corona de Mallorca". Me responde:
Gabriel Ensenyat.- Corona. La gente tiende a relacionar el término "Regne de Mallorca" con las Illes Balears. Y fue mucho más. La Corona abarca todas las tierras que recibió Jaume II en herencia. Los Reyes de Mallorca residían básicamente en Perpinyà. Se lo diré en porcentajes. Pasaron un 60% de su vida en Perpinyà, un 30% en Mallorca y un 10% en Montpeller.
Llorenç Capellà.- El gonellismo y los grupos seudoculturales de extrema derecha intentan apropiarse de Jaume II y Jaume III.
G.E.- Sí, lo que no deja de ser cargante. En los años setenta ya se intentó convertir cada aniversario de la Batalla de Llucmajor, en una conmemoración anticatalanista. Luego, el Consell de Mallorca, se sacó de la manga la festividad del 12 de Septiembre, porque Jaume II había jurado "la Carta de les Franqueses" en esta fecha. Y todo esto nace como resultado de las cavilaciones de unos pocos por manipular el pasado. Pese a quien pese, Mallorca se identifica con la fecha del 31 de Diciembre que, desde el siglo XIII, la vincula a la catalanidad. Además, nos cabe el honor de que es la fiesta civil más antigua de Europa.
L.C.- Los mallorquines de la época ¿tomaron conciencia de que pertenecían a un reino soberano?
G.E.- La gran masa de población, no. Y los mercaderes preferían depender de Barcelona porque así, en sus viajes por el Mediterráneo, se sabían más protegidos. En 1343, cuando Pere el Cerimoniós proyectaba invadir Mallorca por sus desavenencias con Jaume III, recibió la visita de Bertran Roig, un mercader mallorquín que le hablaba en nombre de todos los mercaderes.
L.C.- ¿Y qué le dijo?
G.E.- Que acelerara los preparativos militares porque nadie, en Mallorca, soportaba a su rey.
L.C.- ¿Y era cierto?
G.E.- Posiblemente. Jaume III era poco hábil. Y muy tozudo. Incluso violento. Mientras se aceleraban los preparativos para la expedición a Mallorca, Pere el Cerimoniós recibió otra visita: la de un noble del Rosselló que se ponía a sus órdenes al frente de veinticinco caballeros.
L.C.- ¿Y eso...?
G.E.- Uno de los hijos de este noble era paje de la Corte y un día, quién sabe por qué, en un ataque de rabia Jaume III lo mató.
L.C.- Igual sus desavenencias fueron únicamente con los nobles.
G.E.- Qué va. Y con el pueblo. El Pare Gabriel Llompart estudió unos legajos en los que aparece una canción popular de crítica y de burla al Rey. Solo recuerdo el primer verso. Dice: "Rei de Mallorques que mal regnats..."
L.C.- Jaume II...
G.E.- Tuvo el don de la mesura. Y Sanxo, su hijo, aún más. Ambos creían en el pacto como solución a los conflictos que otros resolvían con las armas.
L.C.- ¿Le llamamos Sanxo o Sanç...?
G.E.- En Mallorca se le llamaba Sanxo y, en Barcelona, Sanç. Ambas formas son correctas. Algo parecido pasa con Domingo y Domènec.
L.C.- ¿Por qué coronaron a Jaume II en Santa Eulàlia y no en la Seu?
G.E.- Probablemente porque la reforma de la Seu aún no estaría acabada. Tenga en cuenta que la Capella de la Trinitat se acabó entre el 1300 y el 1310. Eran tiempos de cambio. La Almudaina se edificó sobre lo que había sido un alcázar musulmán. Y la misma sociedad... Pero ¿de qué sociedad hablamos...? Era totalmente nueva, se estaba consolidando.
L.C.-...
“Porque persiste la creencia de que los catalanes llegaron a Mallorca con Jaume I y que, por consiguiente, la nueva sociedad se estableció en 1229. Y no es así. La inmigración catalana fue un goteo constante hasta 1348, cuando se declaró la Peste Negraâ€
G.E.- Porque persiste la creencia de que los catalanes llegaron a Mallorca con Jaume I y que, por consiguiente, la nueva sociedad se estableció en 1229. Y no es así. La inmigración catalana fue un goteo constante hasta 1348, cuando se declaró la Peste Negra.
L.C.- ¿De dónde procedían los nuevos mallorquines?
G.E.- Los de la Part Forana, en un 80%, de Catalunya. Y en la ciudad la presencia catalana se cifraba entre un 60 y un 70%. Hubo un 10% procedente de Occitania. Y el resto procedían de Aragón o del mundo itálico. Por tanto, esta gente sabía que tenía que defenderse de los ataques de los moros. Pero las guerras entre reyes catalanes no le importaban en absoluto. De ahí que Jaume III, cuando se enfrentó a Pere el Cerimoniós, no dispusiera de ningún apoyo popular.
L.C.- Aún así corrió la sangre...
G.E.- Lo que no era nada difícil en la Edad Media. Mire, en 1345 se descubrió un complot orquestado por los partidarios de Jaume III. Se hallaban comprometidos nobles, frailes, altos cargos públicos. Así que Pere el Cerimoniós mandó decapitar a una docena de ellos, entre los que estaban Berenguer de Tornamira, Bernat d'Enveig... Gabriel Alomar, el arquitecto, fue un mallorquinista a carta cabal. Cuando diseñó, en los años cuarenta, la avenida de Jaume III, sugirió a Cort que las calles próximas se rotularan con algunos de los nombres de los caballeros represaliados.
L.C.- Una docena, son doce...
G.E.- ¿Qué quiere decir...?
L.C.- Que doce decapitados son muchos.
G.E.- En la Edad Media, no. Y le contaré una anécdota. Pere de Fraga fue tratado con especial crueldad. Lo arrastraron atado a la cola de un caballo, le cortaron las manos y lo colgaron. Y por si no bastara, destruyeron su casa y sembraron el solar de sal. El conflicto se creó cuando se plantó un señor ante las autoridades pidiendo explicaciones por lo que habían hecho con su casa. ¡No cayeron en la cuenta de que Pedro de Fraga iba de alquiler...!
L.C.- Centrándonos en Jaume II ¿fue un buen rey...?
G.E.- Hay que distinguir, en su reinado, dos etapas. La primera, que llega hasta el 1300, fue problemática por los conflictos continuados con el Rey de Francia y con su hermano, Pere el Cerimoniós. Luego se iniciaría una etapa de calma que nos dejaría una huella arquitectónica importante. La Seu, el Castell de Bellver y el Palau de la Almudaina, en Palma, son de esta época. Y el Palau dels Reis de Mallorca, en Perpinyà, también. Y el Castell de Cotlliure...
L.C.- ¿La economía funcionaba?
G.E.- Jaume II apoyó la colonización agraria, lo que contribuyó al crecimiento de los pueblos. Y mostró un gran interés por el sector textil hasta el punto que mandó llamar del Rosselló a un tal Bindo o Bindó, que era un experto en telas. También quiso favorecer a los mercaderes mallorquines imponiendo aranceles a los que no fueran de aquí. Pero el invento no funcionó, porque los catalanes se negaron a pagarlos. Y era lógico. En los consulados del Mediterráneo, catalanes y mallorquines recibían la misma consideración. Los valencianos iban, a veces, por libre. Pero, en fin, a todos se les consideraba catalanes.
L.C.- Volviendo a la represión de 1345...
G.E.- Ya le he dicho que si no fue anecdótica, poco le faltó. A parte de los ajusticiados, hubo otras personas que cumplieron penas de cárcel o de destierro. Uno de los desterrados fue el comerciante Francesc Desvalers, que hacia 1342 había estado en Canarias... Y las Canarias no empiezan a colonizarse verdaderamente hasta la expedición de Béthencourt en 1402.
L.C.- Entiendo. ¿Me está diciendo que Francesc Desvalers era un aventurero?
G.E.- Total. Pues bien: por su apoyo a Jaume III se le impuso una pena de dos años de destierro. ¡Imagínese, debieron pasarle volando...! Estaba todo el año viajando. Había cruzado el Mediterráneo, llegó hasta Tartaria...
L.C.- La Corona de Mallorca...
G.E.- Nunca se consolidó porque no se basaba en una unidad geográfica ni socio-económica. Luego estaba la presión constante de sus poderosos vecinos: Génova, Barcelona, París... Por esto, sus reyes, tuvieron que pasarse media vida buscando alianzas. Aún así, el Estado absolutamente soberano, duró tres años escasos.
L.C.- Repítame que es un disparate la ideologización que hace la derecha actual de los Reyes de Mallorca.
G.E.- Se lo repito cuántas veces quiera. Jamás existió una corriente mallorquinista ajena al catalanismo. A nivel histórico, estas teorías carecen de fundamento. Además, la Corona de Mallorca nace por decisión de un rey catalán, Jaume I, que reparte sus tierras entre sus dos hijos, Pere y Jaume.
L.C.- ¿Era usual...?
G.E.- En absoluto. Todos los reinos tendían a crecer, como es el caso de Castilla y León. Jaume I quiso ir contracorriente. ¡Y aún tuvimos suerte...!
L.C.- ¿En qué sentido?
G.E.- En que tenía cuatro hijos y, al testar, ya se le habían muerto dos. Con los problemas que ha provocado la división del país... ¡Imagínese si llega a dividirlo en cuatro partes...!
Jaume II y Esclarmunda de Foix tuvieron seis hijos: Jaume, Sanç, Ferran, Elisabet, Sança y Felip. El heredero de la Corona tenía que ser Jaume, pero renunció a los derechos dinásticos para ingresar en la orden franciscana, atraído por el ejemplo de los frailes espirituales que defendían la pobreza radical. Me lo cuenta Gabriel Ensenyat: el movimiento trascendió de los conventos y alcanzó una gran incidencia pública, sobre todo entre las clases más pudientes. El primogénito de Jaume el Just d'Aragó, igualmente Jaume de nombre, también se hizo franciscano. Así como Luis, el heredero del Rey de Nápoles. Los derechos de éste último, por tanto, pasaron a su hermano Robert, a quien casaron (probablemente de prisa y corriendo antes de que ciñera hábito) con Sança de Mallorca, hija de Jaume II, quien ya había decidido ingresar en las clarisas, que es la rama femenina de la orden franciscana. El Papa la convenció del deber de ser reina y madre, y Sança reinó muchos años. Aún así, al enviudar, profesó en el convento más apartado y pobre de Nápoles. No obstante, el más fiel cumplidor de los preceptos de San Francisco, fue Felip, el último de los hijos del Rey de Mallorca. Le instruyó y aconsejó Àngelo Clareno, un franciscano radical, en contra del parecer del Papa Juan XXII que acabó forzándole a que asumiera la regencia hasta la mayoría de edad de Jaume III. Y Felip aceptó sus responsabilidades con la Corona, aunque el mismo Papa le acusó de ser «un personaje invisible para sus súbditos». Finalmente se retiró en una gruta, cerca de Nápoles, y nadie supo más de él.