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Bartomeu Barceló: “La literatura puede actuar como mecanismo de defensa“

Bartomeu Barceló | Teresa Ayuga

| Palma |

Es de un vitalismo tan impresionante que si participara en el Tour, Alberto Contador quedaba segundo con doping o sin doping. Habla rápido. Y engarza las palabras como si fueran cerezas. Bartomeu J. Barceló (Porreres, 1957) se licenció (UB, 1989) y se doctoró (UIB, 1991) en Psicología. Novelista de la última hornada, ha publicado "La fosca blava" (Lleonard Muntaner Editor, 2011). Le recuerdo que ganó el premio literario de sa Pobla, instituido en honor de Alexandre Ballester, el dramaturgo recientemente fallecido. Me comenta:
Bartomeu Barceló.- No asistí al acto de concesión por lo que no pude conocerle. Pero sé que en su parlamento dijo que un premio no justifica a un autor. Y yo añadiría que ni cinco premios tampoco justifican una trayectoria. Aunque debería callarme, porque soy un recién llegado a la literatura. Un periódico publicó que había ganado un joven campaneter. Me alegré por lo de joven.
Llorenç Capellà.- Usted no es de Campanet.
B.B.- Pero resido allí desde hace treinta años y lo quiero tanto como a mi pueblo. Apenas voy a Porreres. Eso sí: tengo una finca cerca de Felanitx y la cultivo con mis propias manos. Me gusta trabajar el campo, porque ello implica un diálogo constante con la naturaleza.
L.C.- Usted, como psicólogo, trabaja con niños y gente mayor.
B.B.- Pero no son dos experiencias diferenciadas, no en vano Freud afirmaba que el niño es el padre del ser humano. Ahora bien ¿es cierto que los ancianos actúan como niños...?
L.C.- Contéstese usted mismo.
B.B.- Sólo en cuestiones superficiales. En el fondo es imposible, porque el niño vive el presente y desea el futuro. El anciano, en cambio, vive del pasado y otea el futuro con temor.
L.C.- Los expertos afirman que la personalidad se forma en la infancia.
B.B.- Vamos a ver. Lo que sería el hardware, o código-máquina, engloba de los cero hasta los dieciocho años. Pero después

“Un trauma en la infancia provoca una herida profunda y de cicatrización lenta porque el niño tiene mucha vida por delante”

hemos de instalar el software. Todo está previsto. Incluso el virus, porque el virus, en las personas, se llama trauma. Un trauma en la infancia provoca una herida profunda y de cicatrización lenta porque el niño tiene mucha vida por delante. Pero si lo padece una persona mayor ¿Qué puedo decirle...? Le invalida el sistema.
L.C.- Entiendo.
B.B.- Pero la literatura y el arte en general pueden actuar como mecanismo de defensa. Mi padre comparaba la vida con el ancho mar. Y ahí estamos, las personas, en medio... Pues bien, si naufragamos, la literatura nos sirve de madero salvador. Cualquier escritor es un náufrago...
L.C.- ¿Usted también?
B.B.- Como todos. Pero ya fui náufrago al despertar de la adolescencia, en las postrimerías del franquismo, cuando abrí los ojos al mundo, observé el entorno y únicamente vi mediocridad y mentira. Mi primera tabla de salvación fue Antoni Serra.
L.C.- ¿El novelista...?
B.B.- Sí, claro. Tendría yo catorce o quince años y se celebraban en Porreres, concretamente en el claustro de Monti-sion, unas jornadas auspiciadas por una llamada plataforma democrática. Lo cierto es que acudí por curiosidad, como lo hicieron otros niños del pueblo, y Antoni Serra habló con voz tronante, sin vacilaciones. Me fascinó su carisma. Fue para mí un anti-virus, una esperanza.
L.C.-...
B.B.- Casi inmediatamente descubrí la literatura. En los libros hallaba diálogo e ideas. Y me di cuenta de otra cosa: ya en Barcelona, siendo estudiante, pasaba por delante de los grises y ni registrándome podían saber lo que bullía en mi cerebro. Entonces comprendí el poder de la idea. Si la persona no se rinde, nadie puede secuestrarle su pensamiento. La vida es algo mágico, inmenso... Pero sin un compromiso social y ético es como un corcho en el mar que se balancea de un lado para otro al ritmo de las olas. Un corcho no echa raíces.
L.C.- Pues en Mallorca habrá muchas vidas comparables al corcho.
B.B.- Seguro que sí. El cóctel de la Mallorca actual sería una parte de incultura, por no decir de memez, otra de codicia descontrolada y una tercera de interculturalidad. El combinado es de sabor altamente amargo.
L.C.- Hessel aconseja no beberlo.
B.B.- Y aconseja bien. Pero el movimiento 15-M es el fruto de una lectura demasiado superficial de su proclama ética. Hoy por hoy, indignarse es únicamente una actitud. Y es preciso reconvertir esta actitud en lenguaje político. O sea, hay que trocar la indignación en indig-acción. Quienes afirman que los bancos con las hipotecas están oprimiendo a muchísimas familias, aciertan. No obstante, sólo con la razón no se va a ninguna parte. Tienen que dar, o tenemos que dar, una alternativa a la economía capitalista.
L.C.- Usted lleva treinta años analizando las relaciones familiares.
B.B.- Más bien los problemas de relación surgidos en el seno de las familias...
L.C.- Vale.
B.B.- Cada persona es una isla. Un ser a la deriva si no tiene la inteligencia suficiente como para conocer sus limitaciones. Encuentro muchas respuestas a las preguntas que plantea mi profesión, en los escritores de postguerra, porque echan mano de la sutileza para dejar constancia de la amargura o de la rebeldía de las mayorías silenciadas. Los escritores de la llamada "Generació dels 70", también hacen uso de este doble lenguaje basado en la sutileza y en la ironía. Conociendo la época de mentira e idiotez, su testimonio es impagable. Somos náufragos...
L.C.- Ya lo ha dicho.
B.B.- Pero ahora pensaba en nosotros, la gente de les Illes Balears. Nos quitan la memoria. Y quitándonos la memoria, nos apartan del sentido común. No sé quién me mostró su extrañeza porque el ágape de "matances" era a las seis o seis y media de la tarde. En buena lógica, me decía, debería celebrarse al mediodía o por la noche. No se daba cuenta de que se celebraba a media tarde, porque a media tarde es cuando se acaba el trabajo. Igualmente los jóvenes de ahora creen que los pueblos están en fiesta, y me refiero a las fiestas patronales, porque ha llegado el verano. Y se equivocan totalmente. Hay fiestas en verano, no porque el verano sea alegre, sino porque se han acabado los trabajos del campo. ¿Continúo hablando...?
L.C.- Natural.
B.B.- Cuando se produjo la trasformación económica de Mallorca, el Pla se quedó desierto. La industria turística atrajo la mano de obra hacia la costa con el señuelo del dinero fácil. Y se nos cambió la mentalidad, porque la existencia no tenía sentido si no era una carrera hacia el enriquecimiento.
L.C.- ¿Y no lo es?
B.B.- Por supuesto que no. Todo aquello que vale la pena cuesta tiempo y esfuerzo. Hemos abdicado de la voluntad y esto repercute en todo: en la forma de pensar, de sentir, incluso de amar las cosas.
L.C.- ¿Nos roban la memoria? ¿Puede robarse la memoria...?
B.B.- Pueden borrarse hechos concretos y tergiversar la verdad. Pero las personas nacemos con una estructura hormonal que nos garantiza su pervivencia. Me refiero a la memoria innata, ya que tenemos memoria desde el mismo minuto de nacer. Una parte del cerebro nos recuerda instintivamente aquello que necesitamos. El alimento, por ejemplo. No hay nada tan trascendente como el nacimiento.
L.C.- ¿Ni la muerte...?
B.B.- La muerte es un símbolo. Y la gente que ha mamado la cultura del esfuerzo, que conoce los ciclos vitales...
L.C.- Sí...
B.B.- Sabe que la muerte está ahí y no la teme. Aunque hay excepciones. Edgar Allan Poe estaba obsesionado con la muerte y vivió presa del miedo. Y la misma obsesión por la muerte sumió en la soledad a Lovecraft.
L.C.- ¿Qué es "La fosca blava"?
B.B.- Una mirada profunda sobre los demás. Soy un buen observador de la condición humana. Sobre todo, de aquello que la persona interioriza... ¡Hay tantos matices en un carácter...! De hecho, el individuo es por naturaleza sociable y siente necesidad de relacionarse y de crear vínculos con los demás. ¿Y los crea...? Sí, claro. Pero con las máquinas.
L.C.- ¿Con el móvil...?
B.B.- Con el móvil, sí. Y con el ordenador, con el televisor, con los aparatos para oír música. En cambio, yo me refiero a los vínculos de la piel, de la temperatura corporal, de la palabra... Sin vínculos con las personas, con el entorno, nos sentimos débiles, solos. Las religiones se refieren al cielo y al infierno, al bien y al mal, a la luz y a la oscuridad. Y con ello no hacen más que debilitar la fortaleza de la persona, porque en una balanza ponen sus actos y en la otra su conciencia. En realidad, la persona no va de la luz a la oscuridad, de la vida a la muerte, sino que transita por la fosca blava.
L.C.- ¿Y qué simboliza la fosca blava?
B.B.- El diccionario dice que es la oscuridad que sigue al crepúsculo vespertino antes de que se haga noche cerrada. Y para mí tiene una simbología evidente: no es luz ni sombra. Más bien es una mezcla de todo como la propia vida, ora feliz, ora trágica. Nos hemos acostumbrado a exigirle a la vida que sea una "dolce vita" sin altibajos. ¿Consecuencia inmediata...? Vivimos haciendo
surf, superficialmente.
L.C.- Me ha dicho que el escritor es un náufrago.
B.B.- Pero la literatura nos salva de la mediocridad.
L.C.- Toda no.
B.B.- Aquella que simboliza preocupaciones o anhelos colectivos, sí. ¿Por qué la lectura de los clásicos nos conmueve...? Porque los conflictos y sentimientos que exponen son imperecederos. Y desde el "yo" hablan de los demás, de todos. Ahí radica la clave de la obra magna, de la inmortalidad.
Bartomeu J. Barceló se autodenomina escritor no profesional, dando a entender que el papel de su primera novela aún huele a imprenta. Sin embargo, en su biografía hay infinidad de artículos relacionados con la psicología evolutiva, su especialidad, y un estudio, La gènesi de la intel·ligència musical en l'infant (Dinsic, 2003), que amplía su dimensión intelectual y humana. Porque Bartomeu J. Barceló, además de ejercer de payés y de dar clases en la UIB, también es profesor del Conservatori Superior de Música i Dansa. Su modestia es estética, pura pose. Barceló es de aquellos escritores que fabulan en cualquier circunstancia y a cualquier hora, hasta que un día se da cuenta de que en la mesa de trabajo hay papel y pluma esperándole. Cerrará 2011 con dos libros de creación en el mercado, pues a La fosca blava, publicado la pasada primavera, hay que añadir La infància transparent, que será presentado en sa Pobla, por las fiestas de Sant Jaume. Bartomeu J. Barceló se declara admirador de Joyce. Y me cuenta una anécdota del escritor dublinés para indicar dónde se halla el techo de sus ambiciones. Ante las quejas que recibía por hacer una literatura ilegible, Joyce afirmaba, socarrón, que críticos y especialistas iban a tardar trescientos años en descubrir los enigmas de Ulises. Y añade, Barceló: "No sé si dentro de trescientos años aún habrá críticos para analizar mi novela. No obstante, serán necesarias tres generaciones de psicoanalistas para entender La fosca blava.

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