Sus ojos hablan, sonríen, ocultan. Y, desde la terraza de su piso, también contemplan cómo pasa la vida. Bartomeu Barceló (Palma, 1932) es geógrafo. Se licenció (Complutense, 1955) y se doctoró en historia (UB, 1968). Pero la ficha académica no refleja su dimensión intelectual y pedagógica. Se ha publicado "Homenatge a Bartomeu Barceló i Pons, geògraf" (Lleonard Muntaner, 2010). El doctor Barceló se asoma al abismo de los ochenta con un evidente escepticismo no exento de guasa. Podemos comprenderle y hasta aplaudirle. Al fin y al cabo la vida, contemplada desde el patio de butacas (o más concretamente desde una terraza con vistas esplendidas), es un baile de locos, entre trágico y cómico. Pero el marxismo, como instrumento de interpretación histórica, le influyó, al menos en una parte de su fértil trayectoria profesional. Y la vagancia ha sido, entre sus pasiones, la pasión más fácilmente domesticable. En realidad, el doctor Barceló se ha comportado como un trabajador incansable y ejemplar. Lo afirman -en la introducción de "Homenatge a Bartomeu Barceló i Pons, geògraf"- quienes fueron décadas atrás sus alumnos y que ahora han coordinado la edición del libro (Joan Mayol, Lleonard Muntaner y Onofre Rullan) en frases como estas: "Barceló és un exemple viu de la fertilitat de l'ambició i de l'amor propi (...) La capacitat de feina de Bartomeu Barceló sempre ens esbalaí per dos motius sovint confrontats: era refinat i feia via, molta via a fer les feines, li retia (...) Bartomeu Barceló, durant la seva vida universitària, va ser un profesor que creia en la feina que feia i, a més, hi creia amb passió".
El doctor Barceló ha sido el último gran humanista que ha dado la UIB, algo así como un "homenot" de los que describía Josep Pla.
Hace un tiempo que decidió no pisar la calle. Me explica el motivo: Bartomeu Barceló.- Me duelen las piernas. Será porque habré envejecido. Y en casa me siento cómodo, querido. Además, salgo a la terraza y casi puedo tocar la ciudad con las manos. Veo la Palma marítima, la Seu, Santa Catalina, El Terreno... Aunque miro más allá, hacia el mar. Paso las horas contemplando el trajín de los barcos. Me fascinan, sobre todo, los que se alejan.
Llorenç Capellà.- El mar también se aleja. Ya no hay orilla, sólo amarres.
B.B.- Es cierto. Pero si no los hubieran hecho ¿en dónde atracarían los veleros...? Los hay preciosos, enormes. Aunque yo fui feliz con mi "pastera". ¡Lo que disfruté pescando...! Afortunadamente uno de mis hijos ha heredado mi afición. Hace unos días llamó a la puerta con un cesto de llampugues. Las guisamos con pimientos rojos.
L.C.- Dígame ¿desde el punto de vista urbanístico, Palma precisa rediseñarse?
B.B.- No hace falta, se rediseña automáticamente. ¿Por qué cree que vivo en Santa Catalina...? Se lo digo: porque me gustan los vecinos, sus calles... Pues bien, ahora, desde Cort, se han propuesto cambiarnos la calle Fábrica.
L.C.- ¿Y usted critica la decisión?
B.B.- No, porque he de suponer que habrán diseñado un buen proyecto. Pero me pregunto si valía la pena. Los políticos son unos metomentodo y no siempre aciertan. Si la calle Fábrica ya tiene su personalidad ¿para qué cambiársela...? Las ciudades autosolucionan sus problemas. ¡Dejémoslas respirar...!
L.C.-...
B.B.- Cuando Ribas Piera diseñó el plan urbanístico de Palma, ya se mostró partidario de que se creara una gerencia de urbanismo especialmente dedicada a solucionar los problemas que se fueran planteando.
L.C.- No le prestaron atención.
B.B.- Qué iban a prestársela. Ni en eso ni en nada. El Plan que se aprobó en el setenta y tres no se parece en nada al inicial. Y algo parecido ya había ocurrido con el del año cuarenta, el de Alomar Esteve.
L.C.- Alomar rediseñó la ciudad pensando en los coches.
B.B.- Porque el tráfico iba a ser el gran problema de la década inmediata. Yo le defiendo, porque entre otras cosas tuvo la prudencia de estudiarse Palma desde todos los puntos de vista. De manera que su reforma era coherente. Aunque, claro, después no se aprobó nada o casi nada de lo que propuso.
L.C.- ¿Por qué?
B.B.- Porque se tuvieron más en cuenta los intereses particulares que los colectivos. Una línea en un mapa un poco más a la izquierda o a la derecha, vale muchos millones. ¡Si le contara la de presiones que recibió Ribas Piera...! Una hija de Bernat Calvet, el autor del plan de l'Eixample, quería, precisamente, que modificara una línea. Y los jesuitas, que les recalificara un solar que tenían en las afueras.
L.C.- ¿Cedió...?
B.B.- Qué va. No aceptó sugerencias de ningún tipo. Fue un ejemplo de honestidad.
L.C.- ¿Qué pasará con la reforma de Can Pastilla y de l'Arenal?
B.B.- No lo sé. Pero me temo que se intentan hacer cambios excesivamente radicales. Probablemente los planos se han dibujado entre las cuatro paredes de un despacho. Y aunque sean técnicamente perfectos, las reformas urbanísticas se han de hacer sobre el terreno. Quiero decir que se tiene que saber cuál es el funcionamiento normal de una ciudad o de una barriada para luego solucionar los problemas usando de la lógica.
L.C.- ¿Y la lógica está en el planteamiento de los vecinos o de los empresarios?
B.B.- En el de los vecinos de toda la vida sin que por ello se tenga que descuidar la opinión empresarial. Pero, ya le digo, en urbanismo se impone el interés de los más fuertes. O de los más listos. ¿Qué pasó con la remodelación de la Gerreria...? Pues que algunos señores dispusieron de información privilegiada y compraron casas de derrumbe a precio de saldo para luego construir fincas millonarias.
L.C.- ¿Por qué sonríe?
B.B.- Por la picaresca que nos rodea. A mi edad ya puedo situarme por encima de las debilidades humanas. Así que sonrío. ¿Hago bien...?
L.C.- Sí.
B.B.- Vivo en un estado de observación y de placidez. Aunque ustedes, los periodistas, me inquietan y me ponen de malhumor porque dan la noticia y luego no hacen un seguimiento de la misma.
L.C.- ¿Por ejemplo...?
B.B.- Hace unos meses se incendió un yate delante de Illetes. Veía el humo desde mi terraza.
L.C.- ¿Y...?
B.B.- Se publicó la noticia en letras grandes. Y ya está. Pero a mí me interesa saber de quién era el yate. Y quisiera que me contaran cómo se provocó el fuego. Detrás de cada titular hay una historia. ¿Cómo consiguieron salvarse los tripulantes? ¿De dónde procedían...?
L.C.- Este afán por ir más allá ha sido una constante en su vida intelectual.
“Siempre me he preguntado las razones por las que ha pasado o pasa tal cosa. Y cuando tengo medio contestada una pregunta ya me planteo otra y otra. Los porqués han sido mi obsesiónâ€
B.B.- Siempre me he preguntado las razones por las que ha pasado o pasa tal cosa. Y cuando tengo medio contestada una pregunta ya me planteo otra y otra. Los porqués han sido mi obsesión.
L.C.- Entonces explíqueme por qué, en Mallorca, la construcción ha desbordado todas las previsiones.
B.B.- Por la dinámica del turismo. Si crece la demanda de plazas, crece la oferta. A esto añádale sus buenas dosis de ambición y ya tendrá respuesta a su pregunta. Un punto intermedio entre la necesidad de controlar el urbanismo sin perjudicar la industria turística, está en la transformación en hoteles de las casas señoriales de Palma. Y esta misma filosofía sirve para el turismo rural.
L.C.- Pero el crecimiento turístico...
B.B.- Ha sido desordenado y, sin duda, tenía que haberse planificado más racionalmente. Pero no se hizo, porque los intereses privados prevalecieron por encima de los públicos. Siempre pasa lo mismo. Por otra parte, en épocas pasadas, el éxito de la temporada turística se medía por el crecimiento de las plazas hoteleras. Recuerde las declaraciones triunfalistas del Delegado de Información y Turismo, Soriano Frade. O las de Fraga Iribarne. Todos apostaban por más camas, por más cemento, por más solares edificados. No había conciencia ecologista. Al menos hasta que se fundó el GOB, en el setenta y tres.
L.C.- Muchos empresarios del sector turístico presumen de colaborar con el GOB..
B.B.- Porque les conviene. ¿Cree usted que es por otra razón...?
L.C.- No.
B.B.- El GOB ha realizado una importantísima labor proteccionista, pero también ha creado conciencia ecologista. La sociedad se preocupa, actualmente, por la protección de los espacios no contaminados. Y en este contexto, claro, los empresarios se suben al carro. Pero, bueno, no van a ser todos frívolos. Mire usted, voy a romper una lanza a favor de uno de ellos, de Vicenç Grande. Leí una entrevista suya y me sorprendió muy favorablemente. No me pareció ningún bárbaro.
L.C.- En cualquier caso, la gestión de usted al frente del Boletín de la Cámara de Comercio, entre el cincuenta y siete y el setenta y seis, hacía presagiar un empresariado socialmente más comprometido que el actual.
B.B.- Tampoco hay que pedirle peras al olmo. La publicación del Boletín coincidió con un intento de modernizar la entidad por parte de Pere Salas, que la presidía, y de Rafel Alcover, que ocupaba la secretaría.
L.C.- Y el intento...
B.B.- No pasó de ahí, aunque se hicieron cosas importantes. El boletín dejó de publicarse, pero dejamos una magnífica biblioteca sobre temas económicos que espero y deseo sea conservada. Lo cierto es que la representatividad de la Cámara ha pasado a la CAEB, que es una patronal con escasa proyección social. Yo lo atribuyo al sentir de los tiempos, porque el Fomento del Turismo también ha abandonado los principios socio-culturales que lo han caracterizado durante un siglo para convertirse en una especie de oficina en donde se defienden los intereses empresariales del sector.
L.C.- Para entender la evolución del tejido empresarial en Mallorca ¿debemos remontarnos al siglo XIX?
B.B.- Para nada. Más bien hallamos sus orígenes ya bien entrado el siglo pasado. Aunque el XIX tuvo su interés, porque surgieron núcleos empresariales dinámicos que llegaron a hacer tímidas incursiones en la política. Mi abuelo paterno procedía de una de estas familias con tradición industrial. Vendió la fábrica y se dedicó a dar conferencias y mítines. Incluso llegó a ser alcalde de Palma por el Partido Liberal. En fin, su hijo, fue abogado y ya no quiso saber nada de la fábrica ni de la política.
L.C.- ¿Qué libros había en la biblioteca familiar?
B.B.- De mi interés, los de Salgari. También estaban las obras de Blasco Ibáñez, pero mi padre las guardaba bajo llave. Crecíamos con el miedo a pecar enquistado en la conciencia. Ya de adolescente me atreví a saltarme las barreras de lo permitido y fui a ver "El Conde de Montecristo", una película que estaba prohibidísima. No entendí el por qué. Luego lo supe: porque incitaba a la venganza.
L.C.- ¿Se escandalizó?
B.B.- En absoluto. El deseo de venganza es tan humano como la capacidad de perdonar.
L.C.- ¿Qué se perdona, usted, de la vida pasada?
B.B.- ¡Todo! Soy absolutamente indulgente conmigo mismo. He sido y soy feliz. Absolutamente feliz. Si acaso me acuso de haber sido un tanto vago. Pude hacer más de lo que he hecho.
L.C.- ¿Y he de creerle?
B.B.- Claro que sí. Aunque si me pregunta en qué he gastado el tiempo no sabría decírselo. Probablemente el excursionismo es lo que más horas me ha robado. Ha sido una obsesión. Incluso cuando hice las milicias universitarias pedí destino voluntario en Jaca para recorrerme los Pirineos.
L.C.- Conocerá Mallorca palmo a palmo.
B.B.- Usted lo ha dicho. La he recorrido infinidad de veces, porque las piernas no me dolían y era todo empuje. Además, ningún camino de montaña estaba cerrado. Y ahora lo están. Debiera de haber un código de usos y abusos...
L.C.- ¿Por qué le duelen las piernas?
B.B.- Por culpa de las arterias. Y puesto que al caminar me duelen, nunca salgo a la calle. Aunque no estoy solo. ¡Tengo seis nietos...! Uno de mis hijos, Manu, trajo un cesto de llampugues que alegraba la vista. En las macetas de la terraza tengo sembradas todo tipo de hierbas aromáticas. Me gusta cocinar. Así que me siento en la cocina y doy órdenes.
L.C.- ¿A quién?
B.B.- A Carmen, una señora dominicana que me trata como a un hijo. Carmen cuida de mí todas las mañanas. Y no me abandona sin que venga Toni, que está conmigo desde el mediodía hasta la mañana siguiente. Nunca estoy solo. Además, con internet ¿quién puede estar solo...?
L.C.- ¿En qué trabaja actualmente?
B.B.- En nada. Soy feliz sin dar golpe. Y es algo fantástico, se lo aseguro.
L.C.- En el recibidor cuelga una imagen de Lenin. ¿Perduran sus simpatías por el marxismo?
B.B.- ¿Y qué es el marxismo...?
L.C.- Dígamelo.
B.B.- Prefiero sonreír a contestarle. Cuando publiqué "El segle XIX a Mallorca" se dijo que por fin disponíamos de una versión marxista de nuestra historia.
L.C.- ¿Y usted...?
B.B.- Sonreí como hace un momento. ¿Fui o soy marxista...? Dejémoslo en el aire. Una sonrisa vale para muchas respuestas n