Chanel impresionó en París con un desfile de alta costura ambientado en un teatro en ruinas, cuyo pasado glorioso y decadente quedó reflejado en unos modelos en «tweed», organza y tul de seda con destellos en plata y cristal.
El escenario elegido fue la cúpula del Grand Palais de París, que pasó a ser un elemento clave para entender la nueva colección de Otoño Invierno convirtiéndose en un personaje más del desfile. En el teatro se erigió un escenario de cartón piedra gris ante una platea rodeada por palcos: butacas destrozadas, bancos desvencijados, un telón raído y cascotes por doquier evocaban la angustia de un arte olvidado al que Karl Lagerfeld intentaba devolver su esplendor con un baño de luces.
Tras el telón, se descubrió un fondo de rascacielos futuristas que emergían de entre los escombros y que dejaban al descubierto la fusión pasado-futuro imaginada por el modisto alemán. Esta misma dicotomía se veía reflejada en una colección en la que las lentejuelas plateadas, grandes y separadas entre sí avanzaban hasta unos apoteósicos brocados de cristales, después de transitar por un tejido compuesto por placas metálicas.
Los discretos filamentos verdes y rojos entre los hilos de colores neutros para mostrarse sólo al reflejo de la luz contrastaban con los llamativos vestidos totalmente plateados, diseñados para triunfar sobre las alfombras rojas. Este minucioso origami se repitió geométricamente sobre las prendas para dar un volumen delicado y una caída definida.
Las líneas rectas y los cinturones anchos articulan la colección que cuenta con prendas destacadas como un abrigo con cuatro solapas, dos en el torso y dos en los muslos, un vestido largo con una eclosión de volantes laterales y otro con un bajo en voluminoso tul. Las botas interpretaron el papel de «leggings» al escalar toda la pierna en una continuidad de ante fino, mientras que el sombrero «canotier», en lana a juego con el conjunto, descendía hasta la nuca para actuar en vertical y sobresalir en forma recta por encima de la cabeza.
Los colores van de los tradicionales blanco y negro de la «maison», al gris, plata, marino, «nude», ocre o claroscuro de verdes, con toques en frambuesa y en pasteles azul y rosa.
El espectáculo, que presenciaron desde la primera fila la cantante Rihanna, el cineasta Baz Luhrmann y la directora de Vogue, Anna Wintour entre otras personalidades de la moda y el espectáculo, debutó con el emblemático «tweed» de la casa en abrigos, vestidos y trajes de chaqueta y falda, imaginados para el próximo otoño-invierno.
La novia de Chanel, a la que dio vida la modelo estadounidense Erin Wasson, se vistió con un abrigo de «tweed» blanco que emulaba la emblemática chaqueta de la casa. Con todaslas modelos ya sobre el escenario, Karl Lagerfeld salió a saludar a su público y se cerró el telón. Cuando volvió a abrirse, el modisto reapareció junto a la novia, que descubría los bordados del vestido de tirantes que terminaba en un bajo de picos.
Chanel inauguró con estos 67 diseños la segunda jornada de desfiles de la alta costura, en la que también está previsto que presenten sus colecciones Giorgio Armani Privé y el venezolano Óscar Carvallo.