Concha Velasco disfruta de unas merecidas vacaciones en Formentor, a donde viene desde 1957, este verano en compañía de sus hijos y de su nieto. «Tenía 18 años y rodábamos aquí una película titulada Muchachas en vacaciones». Y yo me dije, ¿podré venir algún día de vacaciones a este hotel? Y sí, he venido. Desde entonces, muchas veces».
Como quien dice, prácticamente la asaltamos a nada que pone los pies en la playa. Otra nos hubiera mandado de paseo; ella, sin embargo, se sienta y acepta la entrevista. «Cómo voy a decir que no a alguien que viene desde tan lejos para hablar conmigo». Es la grandeza de esta mujer, que de vuelta prácticamente de todo en esta vida, interrumpe su descanso para charlar durante un rato con el periodista que se le ha aparecido sin avisar. «¿Qué sería de nosotros, los actores, sin vosotros, los periodistas?»
Nos dice que sigue con el musical Yo lo que quiero es bailar, que presentó hace unos meses en el Auditorium de Palma, «y que estrené hace un año, el 8 de agosto. También hace un año aparecí en la serie Gran Hotel, de Antena 3, que funcionó muy bien. Terminé la grabación el 14 y el 17 vine a Formentor para recargar pilas».
—¿Sigue pensando, como le dijo a Buenafuente recientemente, que en tiempo de crisis hay que cambiar un poco la cara, no ser tan pesimista?
—Pues ante esta situación que estamos atravesando, creo que lo mejor que podemos hacer para ayudarnos a nosotros mismos es ser agradables, educados y no meternos con nadie. Tengo 72 años y mis recuerdos del pasado son más felices que tristes. Y en cuanto al futuro, pues ojalá se arregle pronto, sobre todo por mis hijos y mi nieto, y por los hijos y los nietos de los demás. Por eso, ahora solo me preocupa el presente. Y el presente, al menos el mío, es que tengo trabajo, tengo casa, me puedo permitir estar una semana en Formentor, por tanto, ¿cómo me voy a quejar yo? ¿Cómo se me va a ocurrir a mi opinar de nada? Mi ilusión, repito, es que este mal momento pase, pero a la vez tengo tristeza por la gran cantidad de parados que hay. Por ello, yo me siento una privilegiada y, a veces, me da hasta vergüenza que a mi edad siga teniendo trabajo, y que gracias a él tengo una vida bastante cómoda.
—¿Cómo se ve ahora como actriz?
—Hay que saber saborear el éxito cuando lo tienes y, al mismo tiempo, estar preparada para el fracaso. Lo mismo que prepararse para ser mayor. En esto llevo preparándome desde hace cinco años. ¿Cómo? Haciendo papeles secundarios y de señora mala y fea.
—Bueno, pero esto, saber adaptarse a las circunstancias y al paso de los años forma parte de la grandeza del actor, ¿no?
—Así es, pero hay gente que no se adapta y lo pasa fatal. Y en el caso de las mujeres, todavía peor. Como no nos sale la barba, tenemos el problema de la papada… Pero como yo ya he perdido todos los complejos, pues sigo. Mire: cuando hice la obra de teatro La vida por delante pensé que iba a ser la última. Porque como salía ahí con toda la celulitis y envejecida más de lo que soy, me dije que aquí se acababa. Pero luego pensé: ¿Y por qué? Con lo que me gusta a mi trabajar en esto y con lo bien que me va…
—¿Qué haría sin trabajar…? ¿Tal vez dedicarse a los hijos y a los nietos?
—La familia para mí es fundamental, pero es mi otra mitad. Y la otra mitad es mi trabajo.
—¿Piensa que hay posibilidad de volverse a enamorar?
—No. Los hombres de mi edad son muy mayores. Y para ir con jovencitos, ya duermo con mi nieto. Si quiero amor de gente joven y calentita, tengo mi nieto, que encima me da muchos besos.