Hoy les voy a hablar de tres de mis royals favoritos, el rey Carlos III, la reina doña Sofía I de España y de su Alteza Real la Serenísima señora Infanta de España, doña Sofía de Borbón, que está de celebración y que ha heredado los genes de los de Grecia más que los de España aunque también se pueden ver en ella trazas muy borbónicas.
Lo que es indiscutible es que los tres personajes comparten mucho ADN, los tres descienden por línea paterna de la casa Ducal de Schleswig-Holstein, conocida también como casa de Glückburg, a cuyos jefes, el duque Christoph (falleció en septiembre) y su esposa la princesa Lissie de Lippe-Weissenfeld, prima de la princesa Beatrix que fue reina de Holanda, tuve el privilegio de conocer en su casa de Alaró. Su primogénita se casó aquí, en una de las bodas más bonitas en las que he estado.
Tanto Carlos como las dos Sofías comparten más de lo que podamos imaginar, porque en las familias reales los lazos de sangre lo son todo. La razón principal es conseguir ejemplares perfectos capaces de conservar imperios durante siglos. Pero de tanto en tanto hay que introducir sangre nueva, como se hace en la actualidad. Hasta el día de hoy les ha funcionado, miren como van de bien las monarquías europeas que siguen manteniendo su poder, aunque no reinen en las democracias mas importantes del mundo.
La democracia la inventaron los griegos, no se improvisa, y muchos países hemos tardado siglos en poder vivirla casi plenamente, y aunque se que levanto ampollas cada vez que expreso mi opinión es gracias a la continuidad monárquica que se han podido establecer sociedades igualitarias que facilitan el régimen democrático tan de clase media. Carlos es un buen ejemplo, y también Sofía.
Ambos han sido noticia porque han vuelto al trabajo después de los sustos que nos dieron, y la gran infanta Sofía, la futbolera, la de la sonrisa franca y permanente, segunda en la línea de sucesión a la Corona de España es una jovencita que ha cumplido 17 años. Felicidades Alteza. Felicidades a los tres.