Los amigos y clientes del restaurante La cocina china, dieron la bienvenida al nuevo año, el del dragón de madera, participando de una divertida cena en la que todos los asistentes debían llevar algo rojo, el color de la suerte. Por si acaso los anfitriones se habían provisto de foulards bermellones para que nadie estuviera sin lucir el color que ha de traer prosperidad, salud y amor a todos.
Dicen los entendidos que se trata de un año que llega con muy buenos auspicios, así que les haremos caso. Tuvieron también el detalle de regalar a cada comensal un décimo de la ONCE, fórmula perfecta para llamar al dinero que a todos conviene, aunque si no llega siempre nos quedará el disfrute de la comida que se sirvió y que maravilló a todos con los que he hablado. Se trató de una celebración preciosa pues la unión de chinos y mallorquines dio como resultado la fusión de dos identidades y culturas distintas, pero bien avenidas, y dispuestas a aprender la una de la otra.
Desde luego de los chinos hay mucho que aprender, también de su hospitalidad, generosidad y sentido del negocio. Algo que por otra parte también tienen muy arraigado algunos mallorquines. Al final seremos iguales prácticamente en todo, pero no les ganaremos elaborando pastel de calabaza, una delicia suprema.