En la maravillosa casa mallorquina de Mayte Arias y su esposo Sergio San Juan se celebró el pasado domingo un almuerzo de amigos que sirvió no solo para pasar un rato agradable mientras se degustaba la mejor de las viandas que uno pueda imaginar y en el mejor de los ambientes, pues sirvió también para recordar, reír y más que eso, sobre ir tras las anécdotas increíbles que nos regaló nuestro último viaje a Roma para asistir al baile de los Doria Pamphilij en su palacio de la Via del Corso y que tan buenos recuerdos nos ha dejado. Recuerdos para toda una vida aunque el año próximo, retomando la tradición, pensamos regresar para emborracharnos de belleza, en el palacio, en el baile y con la gente que a él acude.
Lo cierto es que ser recibido por los Doria Pamphili es un lujo, pero no lo es menos serlo en casa de la que ya es una de las mejores anfitrionas de Mallorca. Por su casa han pasado desde los príncipes Michael de Kent, a la actriz Marisa Berenson, todos los grandes empresarios españoles y las grandes caras de la sociedad balear. Es en esos momentos cuando la casa da todo de sí y, sin embargo, es durante las tardes noches en petit comité cuando más se la disfruta. Nos recibieron con un aperitivo de embutidos de la más alta calidad regados con buen vino y ya sentados a la mesa, un caldo delicioso y calamares en su tinta con arroz que quitaban el sentido.
De postre Tarta Pavlova, el rey de los postres a mi entender. Y tras los cafés, las conversaciones de damas de alcurnia, muy alta alcurnia, y pies en la tierra. Qué gusto poder hablar de esto y lo otro sin que tenga la más mínima importancia porque todos sabemos quién es quién, de dónde viene y adónde va. Qué gusto poder vivir como se hacía antes entre amigos que socialmente no necesitan venderse ni vender porque son lo que son o lo que se han hecho. Tanto da. El señorío está en todas partes, pero con esas señoras estupendas y algún que otro señor, más todavía.